domingo, 21 de junio de 2009

EN LOS BASURALES. (1) Cerros de humo y polvo

Se accede a través de un desvío a la derecha en el kilómetro 34 de la gran autopista en el cono norte metropolitano. Ascendiendo a los cerros a través de una única carretera asfaltada, después de recorrer un trayecto de unos cincuenta minutos en autobús se llega a los asentamientos humanos, los cuales se suceden uno tras otro hasta que la vista topa con el horizonte. Conforme se avanza los colores del paisaje cambian, se tornan parduscos; es el efecto de la propia naturaleza del lugar y de la actividad de sus moradores. Los cerros se asientan sobre el suelo desértico del Pacífico. Característicos son la niebla y la llovizna en invierno y el viento todo el año. El gris, el beis, el marrón en toda su gama son los colores de la arena –en la tierra y en suspensión-, de las viviendas de adobe, de los corralones de basura, de la contaminación. El cielo pocas veces es azul del todo, ni siquiera en los días más soleados del verano.
El verde también está presente. Desde la única carretera asfaltada, en la parte baja de los cerros, se extiende una llanura que es una zona más húmeda –hay una laguna- con actividad agropecuaria. En la chacra hay árboles frutales y plantaciones de maíz y camote, aunque las viviendas y la situación de las familias es igual de precaria que en los asentamientos humanos. A lo lejos, como cercando el conjunto, se divisan unos cerros aún más altos. En ellos también existe una zona verde gracias a la neblina que humedece sus laderas. Pervive allí una fauna y flora típicas, acostumbradas a la escasa humedad, pero amenazadas por los plásticos que arrastra un viento envenenado por gases, humo y polvo desde los basurales. Lo mismo da, porque toda esta naturaleza está fuera del alcance de los pobladores, ir hasta allí resulta muy cansado por la aridez y sequedad del camino. El mar también está próximo, pero bastantes niños y adolescentes de los asentamientos humanos nunca lo han visto, a pesar de estar a poco más de una hora en autobús.
En los asentamientos la mayor parte de la actividad gira alrededor de la basura. Trabajan en su acopio, segregación y reciclaje familias enteras, incluidos los niños. La basura deja su huella en los moradores directamente con accidentes y enfermedades laborales, así como a través del impacto que produce en el entorno. Por la nariz penetra no sólo el hedor que sale de los corralones, también el humo de las fundiciones, el de las pequeñas empresas de transformación, el de los restos irrecuperables cuando se queman. En la zona también hay canteras y ladrilleras que dejan gran cantidad de partículas dispersas por el aire. El ambiente denso y espeso de la contaminación, acompañado por el polvo que frecuentemente levantan los remolinos de viento, es el mismo que aparece depositado en la piel tras terminar la jornada.
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