jueves, 18 de junio de 2009

CON LA HOJA DE RECLAMACIONES A LA OMIC. (3) Las tres vías

En mi breve conversación con la ofendida funcionaria no obtuve mucha información sobre la OMIC, así que intenté averiguar algo más sobre las reclamaciones, los derechos de los consumidores y la propia OMIC, hasta asistí a una charla organizada por la Dirección General de Consumo de la Comunidad de Madrid y el Servicio de Consumo del ayuntamiento donde vivo denominada: Los derechos del consumidor en la venta de productos, promociones y servicios de reparación. También he recopilado unos cuantos folletos divulgativos de los derechos de los consumidores. Pero con todo ello no he obtenido mucha más información sobre la OMIC que la obtenida con la ofendida funcionaria y con la hojita informativa que me proporcionó la funcionaria servicial recogepapeles.
Después de leer toda esa información teórico-divulgativa, creo comprender que exiten tres formas de resolver los conflictos entre consumidor y empresa. Son la mediación (a través de la OMIC y otros órganos de la Administración competentes en materia de consumo), el arbitraje y los tribunales de justicia. Seguidamente voy a contar lo que he extraído -y entendido- respecto a estas tres vías.
La mediación
Lo máximo a lo que podemos llegar tras entregar la Hoja de Reclamaciones es a la mediación. La OMIC, entre un consumidor reclamante y una empresa reclamada, sólo puede mediar, como ya dijo la ofendida funcionaria. Es un sistema gratuito, pues no nos deben cobrar nada por los impresos ni por la mediación, y sencillo al no requerir excesivas formaliddes. Sin embargo, en los folletos se puede leer que es un sistema "voluntario" -recuerdo que también me lo dijo la ofendida funcionaria que se lo debe apender de memoria-, y esto quiere decir que la empresa reclamada decidirá si acepta o no la mediación, y si da o no al consumidor lo que pide. O sea, que llegamos a concluir lo de siempre: entre un establecimiento poderoso y un simple comsumidor, si la OMIC no puede obligar, se saldrá con la suya el poderoso. Y es que la Administración no puede obligar y mucho menos hacer que la empresa nos repare daños y prejuicios, eso sólo puede hacerse desde los juzgados y los tribunales de justicia. ¿Merece, entonces, la pena seguir utilizando la Hoja de Reclamaciones? Para algunas cosas sí, según se desprende de los folletos. Por ejemplo, a partir de las reclamaciones de los consumidores las autoridades de consumo pueden iniciar inspecciones sobre los productos y servicios para ver si se ajustan al a legalidad. Una vez realizada la inspección, si se observan infracciones administrativas en materia de consumo, la Administración sí tiene potestad para iniciar un expediente sancionador. Pero esto, como se puede suponer, lo hace la Administración de oficio, sin determinar daños ni perjuicios, y el consumidor no pinta nada, aunque tiene derecho a ser informado sobre el inicio o no del expediente y su resolución.
El arbitraje
Los otros dos sistemas que quedan son el arbitraje y los tribunales de justicia, excluyentes entre sí. El arbitraje es un sistema extrajudicial y gratuito -salvo gastos de peritaje-, pues es financiado y gestionado por las administraciones para resolver los conflictos entre consumidor y empresa. También es voluntario. Las empresas adheridas al sistema arbitral, que suelen tener un símbolo naranja y blanco pegado en la puerta -garantía de calidad y buen servicio- han de someterse a este sistema cuando el consumidor lo solicite; el resto de empresas pueden aceptarlo o no. En el tribunal de arbitraje intervienen un representante de la Administración (el árbitro), un representante de las asociaciones de consumidores y otro de las asociaciones de empresarios. El laudo dictado es de obligado cumplimiento y tiene los mismos efectos que una sentencia. Si se incumple, se puede solicitar su ejecución al juez de primera instancia.
Los tribunales de justicia
La vía judicial es la que más tememos todos, aquella que las anteriores fórmulas han intentado evitar. A los consumidores nos parece cara, compleja -abogados, peritaje, trámites, formalidades, tiempo que requiere-, y, por supuesto, arriesgada, pues puedes perder. Pero, a la vez, la consideramos la vía más eficaz porque los tribunales de justicia tienen capacidad para obligar. Así, suponemos que pueda ser la más temida por el empresario, especialmente porque los consumidores pueden pedir que les reparen daños y perjuicios. Los folletos, sobre esta vía que nos da pereza y nos parece para ricos, señalan que si la cuantía de la reclamación es inferior a 900 euros se puede interponer una demanda sin necesidad de abogado ni procurador. Supongo que lo han ideado así para que los abusos por cuantía inferior a 900 euros no queden impunes: si en el coste de los profesionales te vas a gastar más de lo que te costó un producto o aparato - por ejemplo, un pequeño electrodoméstico-, ir a los tribunales es absdurdo; nadie denunciaría por cuantías bajas porque comprar un aparato nuevo sale más barato. Para el juicio verbal -cuantía superior a 900 euros e inferior a 3000- y para el juicio ordinario -superior a 3000- es necesario abogado y procurador. Se pueden solicitar ambos de oficio en caso de salario inferior al doble del salario mínimo y careciendo de otros bienes.

5 comentarios:

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  3. rincon-legal dijo
    Algo has aprendido, je, je, te mando el link de un blog de www.rinconlegal.com por si quieres ampliar: http://www.rinconlegal.com/blogs/blogs/i/9013/304/nuestros-derechos-como-consumidores

    Saludosl

    21 Junio 2009, 16:29

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  4. Celestepv dijo
    El conocer algunos de los aspectos de los derechos de los consumidores no tiene gran mérito. Ningún mérito. Se busca en internet, se consulta en asociaciones u oficinas de información a los consumidores, se consultan leyes, el BOE, etc. Así pues, lo que pongo en este post es información que está al alcance de todos. No sé si la habré entendido bien, pero eso es otro asunto. La experiencia también aporta un valioso conocimiento, las leyes por sí solas poco dicen de la realidad en la que nos hallamos inmersos. Así que quisiera contar algunas cosas que he aprendido, creo haber aprendido.

    He aprendido a sentirme con un gusano ante los grandes comercios, la administración y las propias leyes. Un gusano que se arrastra por el suelo, sobre el que pende el zapato de todos esos gigantes que en cualquier momento le pueden pisar. He tenido que aprender a esquivar sus malditas suelas. Así es como nos sentimos muchos ciudadanos –o consumidores- tantas y tantas veces tras comprar cualquier cosa o usar algún servicio. Pequeños, inermes, desprotegidos.

    He aprendido a insistir y a luchar por cualquier tontería. Comprar un ordenador y que lo reparen si está defectuoso –o me devuelvan el dinero- ha sido una batalla absurda. He intentado hacer lo que se supone debe hacerse, he seguido todo lo establecido (llevar el ordenador al servicio técnico, poner reclamaciones una y otra vez), pacíficamente, sosegadamente, y me he dado cuenta de que sigo siendo un endeble gusano. Ahora un gusano sobre un escenario representado el papel de un consumidor que tiene un guión escrito, pero que cuando baje el telón seguirá siendo un gusano con su producto defectuoso entre las manos. Un gusano burlado, al que colocan en el paripé de la “Hoja de Reclamaciones” para que se defienda con un escudo hecho de azúcar, que se diluye sobre su cuerpo en cuanto le echan un escupitajo encima.

    Siempre nos quedan los tribunales. ¡Qué bien! ¡Qué gran suerte! Especialmente si eres persona adinerada y no te importa perder, pues corres el riesgo de que suceda. (Ya hablo en el cuarto post sobre el tema así que no diré más).

    De esta manera he aprendido que funciona mejor “montar el numerito”. Ahora el gusano del teatro pasa al circo. Se sube a la cuerda floja, se vuelve histriónico, provoca asombro, escándalo y risas, se expone a los cuchillos, hace el payaso. El espectáculo está servido con un gusano envuelto en mil colores y estridencias. Pataletas y gritos. Llega la policía local. Trompetas. A ver si el “más difícil todavía” funciona. Y funcionó. Pero también podría no haber funcionado. Entonces tendremos un gusano destripado sobre la arena, culpable de mostrarnos sus repugnantes entrañas. Porque así se siente el consumidor cuando nadie le hace caso. Ella –o él- que un día fue a comprar cualquier cosa de buena fe y con la ilusión por lo nuevo. Y no tiene nada, ni dinero –que tanto cuesta ganar-, ni producto y, lo peor, le quieren arrebatar también la dignidad.

    No, así no se hacen las cosas, pero lo hice, harta y desesperada lo hice. De nada me ha servido conocer mis derechos, ni mis modales moderados. He tenido que montar el pollo. Afortunadamente no me lié a puñetazos, no se me ocurre y menos con mis gafotas, mi pequeña estatura, mi escasa fuerza. También estuve controlando todo el tiempo para no ser yo la denunciada. Procuré no insultar, no amenazar, sí exponer argumentos. Pero, a pesar de todo el esfuerzo que me costó, sólo puedo decir que así no se hacen las cosas. Yo no hubiera querido montar el numerito, con policía y todo, pero ocurrió. ¿Fruto del hartazgo y el desasosiego? Pues sí.

    En fin, lo que he aprendido no me gusta, no es para satisfacción y menos aún para carcajada. Solo pienso cómo se defenderán personas mayores, que no dominen el idioma, con menos acceso a la información o personas más impulsivas. Su desazón puede ser todavía mayor.

    Esta es mi visión o mi torpe aprendizaje.

    Gracias por el comentario y por el enlace.
    Saludos.

    22 Junio 2009, 11:13

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  5. Los comentarios anteriores los he copiado de mi blog La Comunidad de El País, donde publiqué el post por primera vez. EN CADA COMENTARIO DE LOS QUE PUBLICO AQUÍ RECOJO VARIOS DE LOS QUE TENÍA ALLÍ.

    Los he traído a este blog debido a que la plataforma citada cerrará dentro de pocos días.

    Muchas gracias a todos los amigos de La Comunidad. Fue un placer compartir siete años con vosotros. Un afectuoso abrazo.

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