Los
tres primeros asentamientos están situados sobre antiguos vertederos
cubiertos de tierra, aunque esta tierra no es la que debiera ser sino
bastante menos. En el asentamiento segundo y tercero no se ve la basura,
pero en el primer asentamiento sí. Hay un camino sin asfaltar por el
que pueden transitar camiones y otros vehículos grandes; en uno de sus
lados la tierra está elevada algo más de medio metro. Es en esa pequeña
elevación donde se puede observar la basura. Lo que se ve es todo marrón
muy oscuro, pero se adivinan restos de plásticos, maderas, latas y
huesos.
En
estos tres asentamientos las casas, medianas y pequeñas, aparecen como
si se hubiesen colocado en una cuadrícula, por supuesto imperfecta, pero
que va respetando la rectitud de las calles más anchas. Estos
asentamientos, bastante poblados, están situados en las laderas de los
cerros, en su parte más baja y extensa. Pero
también hay casas en los cerros más altos, más empinados, de cansado
ascenso. Algunas de estas viviendas están incrustadas en los cerros, a
modo de cueva; otras son pequeñas chabolas diseminadas en los salientes y
caminos de las laderas y en la propia cumbre.
En
el terreno más llano de los asentamientos quinto al noveno también hay
pequeñas casas y chamizos, pero la mayor parte del terreno está ocupada
por viviendas con medianos y grandes corralones en los que se desarrolla la actividad productiva -acopio,
segregación y reciclaje de basura-. En los más grandes trabajan los
propios moradores de la vivienda y los vecinos que acuden para ganarse
el jornal o simplemente unas monedas. (Estos corralones están situados
cerca del gran vertedero de la zona en el que se supone que no se puede
entrar). Pasado este valle de corralones, los asentamientos continúan,
de nuevo más casitas -la mayoría infraviviendas- como si no se acabaran
nunca, por todas partes, en las quebradas y en los sucesivos y abruptos
cerros.
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