martes, 12 de marzo de 2013

Madrid resiste con una jornada de protesta extraordinaria: más de 500 clases de la universidad pública en calles y plazas

De seis a siete y media de la tarde el profesor Ramón Cotarelo, rodeado por cientos de personas, estuvo explicando las raíces históricas y filosóficas de la desobediencia civil en la Puerta del Sol, a un lado de la cúpula que da entrada al tren de Cercanías. Unos jóvenes repartían octavillas en las que debajo de un pequeño dibujo se leía: “No olvides tu paraguas. No dejes que la lluvia ahogue tu compromiso con una universidad pública y de calidad”. Pero, a pesar de la incesante lluvia de los últimos días, no hizo falta abrir el paraguas. El profesor Cotarelo pudo impartir su clase sin incidentes ni contratiempos bajo unas amenazantes nubes grises que no se atrevieron a empañar la movilización del 9 de marzo de 2013. Los fenómenos atmosféricos, como si intuyesen que algo magnífico iba a ocurrir, se contuvieron o, quizá, mostraron respeto ante una acción de protesta realizada con mucha generosidad por los docentes que acercaron su saber a todos los vecinos y transeúntes que quisieran escuchar. Al igual que Cotarelo, alrededor de 600 profesores de las seis universidades públicas de Madrid (Complutense, Autónoma, Politécnica, Carlos III, Alcalá de Henares y Rey Juan Carlos), la UNED y el CSIC impartieron por la mañana y por la tarde unas 560 clases en las calles, plazas y otros lugares de acceso al público de la capital, Leganés, Getafe, Alcalá de Henares, Collado Villalba y Móstoles. La jornada de lucha se cerró en la Puerta del Sol con las actuaciones del coro de Voces para la Justicia Social y la orquesta Solfónica, y la lectura del Manifiesto la Uni en la calle que, entre otras cosas, denuncia la situación precaria de la universidad pública y la investigación por la política de recortes, la subida “brutal” de tasas, la reducción de las becas y los despidos de personal; además se exige la derogación del decreto 14/2012, “que conculca el principio constitucional de autonomía universitaria”, y se rechaza la LOMCE (Ley Wert). Los participantes en esta excelente iniciativa ¾cuyos primeros pasos se dieron en el otoño pasado¾ se suman a la Marea Verde, a la Marea Blanca y a todos los movimientos que se resisten a aceptar la destrucción de lo público, tal y como recalcan en las últimas líneas del Manifiesto: “Esta iniciativa es solidaria con el resto de luchas y reivindicaciones que se están llevando a cabo en defensa de la educación, la sanidad y otros servicios públicos, así como con todas las personas que están sufriendo el actual proceso de desposesión colectiva”.
La clase: ávidos de saber
Ramón Cotarelo García, catedrático de Ciencia Política y de la Administración en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, y sus oyentes se habían situado donde los del 15M suelen celebrar sus asambleas, esto es, en el lado junto a la cúpula acristalada del tren de Cercanías que mira hacia la calle de la Montera. El profesor se encontraba próximo a la cúpula, dándole la espalda y dirigiéndose a su auditorio que estaba frente a él, rodeándolo en semicírculo. A la derecha del profesor estaba el equipo de sonido y a la izquierda, la intérprete del lenguaje de signos. Las primeras filas del auditorio estaban constituidas por oyentes sentados en el suelo, en su mayoría, jóvenes. Bordeando a estos, el semicírculo se ensanchaba con más filas de personas de variadas edades que estaban de pie. Unos permanecieron allí todo el tiempo que duró la conferencia, otros eran curiosos que iban y venían; alguien comía un bocadillo mientras alguien tomaba apuntes; otros se subían a la cúpula para hacer fotografías; unos niños con globos se colocaron durante bastante tiempo tras el profesor sin que él se percatara. Cerca había unas chicas que reían y cantaban porque estaban celebrando una despedida de soltera. Hacia el centro de la plaza había otro círculo de congregados disfrutando de una exhibición de acrobacias ciclistas. Los de la conferencia del profesor Cotarelo, en medio de aquel bullicio de sábado por la tarde, se esforzaban por escuchar y se quejaban cuando el maldito micrófono fallaba en su función de hacerles llegar las doctas palabras. “Profesor póngase ahí”, le indicaban para que se oyese mejor. El tema de su clase era: “Legalidad, legitimidad y desobediencia: una actualización”. Cotarelo estuvo hablando de Locke y el gobierno por consentimiento, de Kant y la legitimidad como libre aceptación de los gobernados frente a los gobernantes. Nombró el positivismo jurídico de Carl Schmitt, y explicó que para este autor “no hay más legitimidad que la legalidad”; el profesor remató diciendo que “el hijo del positivismo es el nazismo”. Después de aludir a la Constitución alemana que reconoce el Derecho a la Resistencia, Cotarelo manifestó que la desobediencia civil es “un derecho de los ciudadanos frente a los gobiernos tiránicos”. Dijo que se trata de “desobedecer públicamente la ley por considerarla una injusticia”. También destacó su carácter moral y simbólico; según el profesor, el desobediente civil no es un delincuente y “no escurre el bulto”, es decir, “espera su sanción correspondiente”, por ejemplo, la cárcel. Recordó a desobedientes civiles ejemplares como Henry David Thoreau, Mahatma Gandhi, Rosa Parks y Martin Luther King. El profesor para explicar cómo se distingue un gobierno tiránico recurrió a Maquiavelo, e indicó que por el origen o forma de alcanzar el poder, pero también por el ejercicio del mismo si se infringe la ley o se cambia arbitrariamente. Cotarelo consideró que el actual Gobierno es ilegítimo de origen, por engaño con el programa electoral, y de ejercicio. El catedrático también mencionó la insurrección actual de las muchedumbres que llevan casi dos años manifestándose y formando mareas. Definió estas movilizaciones como “multitud de individuos conscientes, movilizados por un sentido moral de responsabilidad a través de redes”.
A eso de las siete y media el conferenciante concluyó su discurso y dio paso al debate. Una joven le preguntó “¿Por qué la gente tiene miedo?”, y el profesor contestó tajantemente: “¡Porque el poder responde a hostias!” Un chico le preguntó por qué la Constitución alemana reconoce el Derecho a la Resistencia y la española, no. Cotarelo le respondió que la Constitución alemana lo reconoce frente a quienes alteren el orden constitucional; añadió que fue un imperativo de las potencias vencedoras después de la II Guerra Mundial. A lo largo del debate el profesor dijo que la universidad debe ser crítica, aunque también habló de la libertad y del respeto a otras posturas acomodaticias u obedientes. Cotarelo reconoció que los sanitarios y la enseñanza no universitaria son ejemplares en las actuales movilizaciones y, en cierto modo, dio a entender que, precisamente, la universidad no lo había sido.
Colofón
A las ocho el profesor seguía conversando con sus oyentes, mientras el auditorio iba creciendo considerablemente. Más gente llegaba desde otras plazas para asistir al colofón del acto, en el que se leería el Manifiesto la Uni en la calle y actuaría el coro Voces para la Justicia Social y la Solfónica. También habían aumentado los furgones y agentes de la Policía Nacional y de la Municipal. No se puede decir que llovía, pero algunas débiles gotas se sentían sobre el rostro. Cuando el profesor Cotarelo se retiró su lugar fue ocupado por el primer coro, al cual no se le podía escuchar bien debido a que el gentío estaba hablando y se carecía de un adecuado equipo de megafonía. Después el lugar fue ocupado por la Solfónica. Para que se pudiera oír su actuación muchas de las personas que estaban de pie se sentaron en el suelo y la mayoría optó por guardar silencio. El violinista-director de la Solfónica se dirigió a la concurrencia y les habló de un discurso en el que Federico García Lorca reclamaba cultura con estas palabras: “Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría medio pan y un libro”. La gente, cuando el violinista-director terminó de rememorar la alocución del poeta, voceaba repetidamente “Sí se puede”. Después interpretaron Por qué cantamos, poema de Mario Benedetti, seguido de Los cuatro muleros, El pueblo (de Los Miserables) y Rianxeira, estas últimas con una letra, como señaló la violinista-director, “adaptada a las circunstancias”. Hacia las nueve se cedió la palabra a los representantes de la Universidad Politécnica, donde se pueden producir 301 despidos; denunciaron la “opacidad de las cuentas” y añadieron que “el equipo rectoral no tiene intención de negociar”. Los concurrentes gritaban “Conde, dimisión” ¾dirigido al rector¾ y “Pública, pública”. Luego se procedió a la lectura del manifiesto por parte de varias personas, entre las que había profesores, representantes de las mareas y una cineasta. Cuando se llegó al punto en el que se dice “no sobran personas tituladas sino que faltan puestos de trabajo cualificado”, los allí reunidos rompieron en aplausos. A las nueve y veinte concluyó la lectura del manifiesto y algunos de los presentes se retiraron pues, además, comenzó a llover. La Solfónica retomó su actuación y bajo un leve chaparrón entonó Grândola, Vila Morena, rememorando la lucha en Portugal. Pasó el chubasco, pero la Solfónica y los congregados se resistían a irse; seguían con más canciones: Bienvenido MR. Marshall (adaptada a Adelson y Eurovegas), L’Estaca, Canto a la libertad (Labordeta) y No nos moverán.
¡Madrid resiste!
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