martes, 23 de junio de 2009

EN LOS BASURALES. (4) Nada en el primer cuarto

Los asentamientos con las casitas, en su imperfecta cuadrícula, y los de los corralones, donde todo es más caótico, tienen algo en común: sus calles, sin asfaltar, no tienen nombre. Las casas y demás construcciones están ordenadas en manzanas y lotes. En sus paredes hay inscripciones que las identifican, por ejemplo: “E5”; es decir manzana E, lote 5. En muchas casas está escrito con pintura, la cual se va deteriorando hasta casi desaparecer; ello contribuye a que algunos niños no sepan decir dónde viven.
Los vecinos decoran las fachadas según su gusto o con lo que tengan. Algunos han plantado un par de árboles o flores a la entrada, que con mucha suerte y poco agua sobreviven. En alguna casa hay rudos bancos para sentarse a la misma puerta de la calle. De vez en cuando se encuentra una vivienda que tiene un pequeño porche de esteras o palos con un suelo de cemento o baldosas.
En el interior de las casas, nada más pasar el umbral, en la primera estancia, que suele ser grande, no hay nada. Esto es lo más habitual. En alguna casa –como mucho- un par de sillas, en otra un viejo sofá o quizá una destartalada mesa. Cierto es que hay familias que apenas tienen enseres, pero otras sí poseen algo. Los niños tienen ropas, unas peores para el trabajo y otras mejores para el tiempo libre y, por supuesto, el obligado uniforme del colegio. En alguna parte deben tener esta ropa, los platos, las ollas y otros utensilios; los cuadernos, las mochilas y la televisión, pues la mayoría son muy aficionados a las telenovelas. Aunque sean infraviviendas, no falta la tecnología. No todos, pero siempre hay algún vecino que posee alguno de estos aparatos: televisor, reproductor de CD o DVD, transistor, teléfono. Así pues, si tienen cosas, en el primer cuarto no se ven. Deben estar en las habitaciones no expuestas a la vista del primero que pasa. Tal vez todo esto se deba al pillaje. Una señora explicó que habían entrado a robar en su casa cuando se ausentaron por un viaje. Se llevaron el pequeño televisor de su hijo, pero no la televisión de plasma y otros artefactos porque antes de irse los escondieron bajo tierra. Más curioso aún es que sospechara de un conocido que había dejado de guardián.
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