En
los primeros asentamientos está la posta médica, la única que hay para
todos estos pueblos jóvenes. (Para llegar al hospital más cercano hay
que coger el autobús y salir de la zona). Esta posta tiene varias
consultas para distintas especialidades, la enfermería y los aseos, pero
da la sensación de que no está terminada del todo, pues a algunas salas
se puede entrar por el tejado. A esta precariedad hay que añadir otra:
los pacientes han de acudir con los artículos para curas ya comprados,
esto puede incluir hasta los guantes del personal sanitario.
Más
adelante, a medio camino entre los primeros asentamientos y los
últimos, hay una agencia municipal, es decir, una sucursal de la
administración del distrito. Se trata de un pequeño caseto con un par de
estancias donde los vecinos pueden tramitar algunos asuntos. Está
situada junto al mercado al aire libre, unos de los grandes campos de
fútbol y unos aseos públicos – con separación para damas y caballeros-,
para cuyo uso hay que pagar a la señora que guarda la llave. Forman un
conjunto de bastante tránsito de personas y vehículos.
Hacia los
últimos asentamientos, en uno de los más poblados se halla una gran
iglesia católica. Hay más confesiones repartidas a lo largo de la zona.
Ocupan pequeños locales. Es habitual que lancen sus doctrinas mediante
altavoces para toda la comunidad, lo cual causa grandes molestias a los
residentes de las casas más próximas.
Hay
comedores sociales repartidos a lo largo de los asentamientos. Unos
están equipados con mesas y sillas para comer allí mismo. En otros, las
familias deben llevar la olla temprano para después retirarla con el
menú para el almuerzo.
Diversas
ONGs nacionales e internacionales ofrecen su ayuda, pero la mayoría no
tienen local allí. Para ello utilizan la casa de algún vecino al cual
suelen compensar, aunque también puede ser a cambio de muy poco con el
riesgo que esto supone: puede ser que la familia se harte o que ofrezca
su casa a otro grupo que le dé una gratificación mayor. Existe una
asociación juvenil autóctona con una emisora de radio, por su altavoz se
oye la música hasta donde el viento lo permite. Este altavoz más el de
las iglesias generan contaminación acústica, pero ésta allá, entre humos
y gases, pasa desapercibida.