En los basurales de las lomas del
desierto, frente al gran océano, los niños padecen muchas enfermedades,
las propias de todas las poblaciones y las derivadas de vivir trabajando
con los residuos; todas ellas agravadas por la carestía de la
asistencia sanitaria. Cuando se ha nacido en esta parte del mundo,
limitada es la esperanza respecto a las enfermedades de los ojos. La
mayoría de adultos y de niños, que no ve bien, no lleva gafas. Los
contados niños que las tienen, las usan con graduaciones que ya no
correponden. No hay revisiones periódicas y, por supuesto, las dioptrías
que se necesitan tampoco se actualizan con nuevas lentes. Los modelos
de gafas son muy antiguos y de bastante mala calidad.
Una tarde de verano las niñas estaban jugando al balón. A la única
niña que llevaba gafas se le cayeron. Al recogerlas, observó que algo
faltaba. Ella -entre lágrimas- y sus amigas se afanban en buscar un
pequeño tornillo. Éste no unía una de las dos varillas con el frontal,
sino que era un tornillito que unía el propio frontal. Esta pieza, el
frontal, no era una sola cosa sino dos, es decir, se dividía en parte
superior y parte inferior. En cada extremo había un tornillito que
juntaba ambas partes. Si faltaba el tornillito de la izquierda, se
separaba el frontal y caía la lente izquierda. Con la parte derecha, lo
mismo. Era un modelo realmente extraño. Las niñas encontraron el
tornillito, se colocó en su sitio, pero el endeble metal de la montura
estaba muy desgastado; el tornillito ya no enroscaba bien. Se volvería a
caer. A los pocos días la niña apareció con la misma gafa y, en lugar
del tornilito, un trozo de alambre retorcido. Otro día la niña llegó sin
gafas y, así, ya, todos los días. Entre tanta penuria no hay plata para
unas gafas nuevas, ni montura ni cristales.
La mayoría de los niños nunca ha pasado por la consulta de un
oftalmólogo, no los hay por allí. Pero, aunque les viese algún
especialista, tampoco serviría de mucho. Hay niños extremadamente bizcos
y así continúan en la edad adulta, un mal que en los países ricos
apenas ya se ve, pero ni para eso hay plata. Las familias más pobres no
invierten en los niños con deficiencias físicas o psíquicas. No es que
los padres no los quieran o no los atiendan, es que la plata no llega
por lo que suponen que, en cualquier caso, los más débiles van a
perecer. Se necesita mucha plata para un ciego, cuidados, colegios y
profesores con conocimientos especiales. La poca plata que se tiene se
invierte más en los hijos sanos y fuertes, en los que sobrevivirán,
estudiarán y, quizá, saquen a la familia de la miseria. El resto allí
queda, a veces van al colegio, a veces, no, con sus brillantes ojos
almendrados entre polvo, humo y niebla por los cerros de basura del
desierto.
J.U. dijo
ResponderEliminarHola, buenas tardes, xelextepv, qué tal...?
Es la visión de la realidad en el mundo. La cuestión es, cuándo aprenderemos a cambiar.
El problema de esos niños en los ojos, lo tenemos en mundo todos... en la cabeza.
Gracias. De vez en cuando es importante abrir los ojos de los que se hacen pasar por ciegos.
Un abrazo.
24 Julio 2010, 18:56
Celestepv dijo
Hola J.U.:
Las enfermedades de los ojos en los países menos desarrollados llegan a paralizar la vida cotidiana de los niños. Imagínate ir a la escuela y no ver bien la pizarra; es un problema que aquí solucionamos con unas simples gafas, pero que allí puede desplazar al niño del sistema educativo para siempre.
Gracias por tu visita. Un abrazo
25 Julio 2010, 09:34
Los comentarios anteriores los he copiado de mi blog La Comunidad de El País, donde publiqué el post por primera vez. EN CADA COMENTARIO DE LOS QUE PUBLICO AQUÍ RECOJO VARIOS DE LOS QUE TENÍA ALLÍ.
ResponderEliminarLos he traído a este blog debido a que la plataforma citada cerrará dentro de pocos días.
Muchas gracias a todos los amigos de La Comunidad. Fue un placer compartir siete años con vosotros. Un afectuoso abrazo.