El jefecillo no ofrece negociar ni tiene talante para
hacerlo; en realidad ninguno de los que allí atienden están dispuestos a
ello. Yo no tenía ordenador -ni mi dinero- tras cuatro reparaciones
fracasadas. También perdí la paciencia o los nervios, todo junto. Les
digo que voy a llamar a la policía. No me creen capaz. Estoy muy
enfadada. "La policía aquí no tiene nada que hacer", espeta el
jefecillo. (Ya, pero tengo pocos recursos a mi alcance y no veo más
opciones). Insisto diciendo que esperaré a que venga la policía. "Como
si te quieres quedar hasta las diez de la noche, que cerramos". Y llamo a
la policía local. Hay un tiempo vacío, apaciguado de espera. Una señora
que acaba de llegar me pregunta si soy la última, le digo que no, que
estoy esperando a la policía, bien alto. La señora viene con una
televisión que no funciona. Le indican que vaya a otro mostrador; la
señora: "No quiero que la reparen, vengo a devolverla" "Sí, sí, pase al
otro mostrador". A veces pienso que las personas que reclamasen o fuesen
a devolver algo aquel día tuvieron suerte, pues con el numerito mío los
de la megagigatienda considerarían que ya era suficiente.
Esperaba enfadada, pero ya más tranquila. Creo que la policía poco va
a poder hacer, quizá pueda mediar o quizá los agentes sepan hacer algo
que yo desconozco. Tal vez, a larga, me sirva un parte policial que al
menos certifique que yo aquel día estuve allí exigiendo mis derechos.
Estoy con estas reflexiones de cliente desesperada, cuando llega la
policía. Otra vez el espectáculo infructuoso, pero yo mucho más calmada.
Los agentes -un hombre y una mujer- me piden que nos apartemos. Hablan
conmigo. Comprendo que no pueden hacer demasiado. Me aconsejan que ponga
una reclamación. Les digo que siempre la pongo y que la pondré de
nuevo, aunque no tengo excesiva -bueno, ninguna- confianza en la OMIC.
Los agentes locales hablaron con el jefecillo para comprobar que me
facilitaría la Hoja de Reclamaciones si yo se la pidiese. Si no la
facilitara, los agentes procederían a denunciar (creo que se trata de
una infracción administrativa). Es lo único que pueden hacer. Les
consulto cómo funciona lo del parte policial. Me explican que se pide
por Registro en al Ayuntamiento, se pagan unas tasas, etc. Para hacer
ese parte necesitan mi DNI y el de algún responsable de la
megagigatienda. Nos toman los datos: al jefecillo, a mí y al ordenador.
El agente no encontraba el número de serie del ordenador, le indico
donde está. El jefecillo, ahora más temeroso, pregunta: "¿Esto para qué
es? El policía responde: "La señora quiere un parte de intervención
policial".
A la hora de reclamar mis derechos, el parte policial tampoco me
servirá para mucho, ni siquiera en un juzgado. Lo sé, pero lo que no sé
es como va a acabar esta desventura, así que, por si acaso hace falta en
el futuro, decido dar los datos y seguir los pasos para obtenerlo. Los
agentes ya han cumplido. Yo me disculpo por haberles llamado para nada,
lamento aquella rabieta fruto de la desesperación. Los policías se
despiden, se van. Y ahora ¿qué hago? ¿Me llevo el ordenador o lo dejo y
firmo el resguardo de depósito que preparó la empleada inicial? Decido
firmarla pero no la acato. No estoy conforme y escribo en la hoja antes
de firmar. Los de la hipergigatienda me observan, no dicen nada. En la
hoja de resguardo escribo que dejo el ordenador en el servicio técnico,
aunque lo considero defectuoso tras las repetidas reparaciones
fracasadas, también aludo a que los de la supermegatienda me han dicho
que hay que dejarlo para que el fabricante les autorice la devolución
del dinero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario