“Me
escupieron hasta que la camiseta se me quedó pegada al cuerpo”; “Era mi padre,
era mi hermano, me violaron, me dijeron que era para curarme”; Me puse el
vestido, me maquillé, salí a la calle y esos tres chicos me pegaron hasta
matarme”; “Me vieron teniendo sexo, no me dejaron volver a salir de casa
durante cincuenta años”; “Recibí más de cien amenazas al día”; “Me
diagnosticaron al nacer, me mutilaron”; “Nos ataron, nos vendaron los ojos y
nos tiraron al vacío”. Estas eran algunas de las frases que pronunciaron ocho
jóvenes, acompañados por la traductora al lenguaje de signos, en la
representación que precedió a la lectura del manifiesto en la
plaza de Pedro Zerolo, donde finalizó una de las protestas que hubo en Madrid
el 17 de mayo, Día Internacional contra la Lesbotranshomofobia, así llamado en
los anuncios de la convocatoria, aunque en el manifiesto escriben LGTBIQfobia
(Lesbiana, Gay, Trans, Bisexual, Intersexual, Queer). Estos jóvenes, chicas y chicos —aunque quizá no sea
adecuada ni correcta la designación solo en femenino y masculino— con ropas
negras, leyeron una docena de frases que simbolizan las agresiones que ha
sufrido el colectivo a lo largo del
tiempo y en cualquier lugar. Después, el joven que portaba una banderola blanca
y que encabezaba el conjunto dice “Nunca sabréis las cosas que me han pasado”,
y todos los demás, uno tras otro, toman sus micrófonos para repetir esa misma
frase, que sirve para ocultar las agresiones y su correspondiente sufrimiento
como algo vergonzoso, humillante e increíble. De nuevo, el joven que encabeza
el conjunto a través de su micrófono proclama: “A todas nuestras hermanas
golpeadas por el odio, a todas nuestras hermanas golpeadas por la
indiferencia”. Los demás presionan unos tubos de esos que se usan para arrojar
confeti, pero esta vez sale algo rojo, como si fuesen pétalos de rosas. Es el
homenaje a todas las víctimas. Los manifestantes, que les rodean junto al monumento
a Vázquez de Mella, aplauden y alzan el puño izquierdo por encima de sus
cabezas.
La
manifestación, convocada por la Plataforma Orgullo Crítico y apoyada por
Sección Invertida, comenzó a las ocho de la tarde en la plaza de Antón Martín,
pasó por la Puerta del Sol y acabó en la plaza de Pedro Zerolo, nombre del fallecido
concejal socialista del Ayuntamiento de Madrid destacado por su lucha en las
reivindicaciones del colectivo. Desde las siete y media las personas que
aguardaban en la plaza de Antón Martín con sus banderas arcoíris y trans
(franjas en rosa, azul y blanco) fueron custodiadas por furgones y agentes de
la Policía Nacional e, incluso, llegó un vehículo de la Unidad de Gestión de la
Diversidad de la Policía Municipal. Algunas de las personas que pasaban por la
calle de Atocha temían que se produjesen incidentes violentos, pero lo cierto
es que la protesta transcurrió en calma y estuvo animada por una potente
batucada.
“Vuestro odio no cabe en nuestras calles”
El
17 de mayo de 1990 la Organización Mundial de la Salud (OMS) eliminó la
homosexualidad de la lista de enfermedades mentales. Este acontecimiento
proporciona la fecha de referencia para conmemorar el Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y Bifobia, que en 2017 se propuso dedicar al tema de
“las familias”. Sin embargo, la convocatoria madrileña de la Plataforma Orgullo
Crítico se centró en la denuncia de la violencia extrema que aún sigue
soportando el colectivo. Según el manifiesto, la repulsa es hacia todo tipo de
agresiones, incluidas las “normalizadas” y las institucionales, pero durante la
marcha se hizo especial hincapié en las físicas y verbales: las palizas, los
puñetazos, los golpes, los insultos, las amenazas. La violencia fue rechazada a
voz en grito y en la pancarta que, con letras rosas sobre fondo negro, presidía
la protesta: “Vuestro odio no cabe en nuestras calles”.
Durante
la protesta se recordaron casos de
agresiones reales ocurridos en la ciudad
de Madrid desde 2015. No son todos
los casos, sino una muestra para dar fe de la violencia que se sufre en las
calles. La lectura de estos sucesos se produjo en tres lugares diferentes: al
principio de la protesta, en la misma plaza de Antón Martín; en la Puerta del
Sol, a un lado de la “ballena” (entrada al tren de Cercanías); y en la
confluencia de la calle de Alcalá con la calle de la Virgen de los Peligros. En
el relato de los hechos se cita la fecha y el lugar (barrio, calle o plaza)
donde sucedieron.
El
primer caso mencionado fue el de los incidentes del autobús presuntamente tránsfobo de Hazte
Oír ocurridos en las proximidades de la Facultad de Derecho de la Universidad
Complutense, donde un grupo de estudiantes defendió al colectivo LGTBIQ. El
resto de casos se referían a personas agredidas en diferentes situaciones de la
vida cotidiana. Ejemplos: En Puente de Vallecas una chica trans cuando sale de
una discoteca a fumar recibe una paliza por la que tuvo que ser hospitalizada;
una pareja de chicos, que caminaban abrazados bajo un paraguas, fue agredida en
Sol por un grupo; en Goya un gay fue insultado y golpeado al salir del Metro
mientras regresaba a casa tras celebrar la Nochevieja; en Tetuán una mujer
trans fue insultada y sufrió golpes y contusiones mientras hacía la compra; en
Las Tablas una pareja de lesbianas abandonó su casa tras las pintadas, las
amenazas y las agresiones de un vecino.
La marcha
resultó estar cargada de simbolismo y contrastes: la amplia gama de los colores
de las banderas arcoíris y trans y la vestimenta negra de la mayoría de los
asistentes jóvenes; el ritmo festivo de la batucada y el relato desgarrador de
los sucesos brutales. En las pocas pancartas que había también se denunciaba y
repudiaba la violencia. En una de ellas se podía leer “Fuera cisheterrorismo.
Acción contra la represión 17M”; y en una bandera arcoíris Transmaricabollo 15M había escrito
“Transfobia mata”. Se vocearon consignas semejantes a las de las protestas feministas, como
“Contra el patriarcado y su violencia, ahora y siempre, autodefensa” y “Macho
violador, al triturador”; “La calle y la noche también son nuestras”. Frente al
odio se proclama “¡Que no (3) tenemos miedo!” y “Su violencia, nuestra
resistencia”. Por encima de todo se reivindica la libertad sobre el propio
cuerpo: “Mi cuerpo es mío, solo mío, mío, mío”; “¡Libertad, libertad!”; “Me
gustan las peras, me gustan las manzanas y en la cama me meto con quien me da
la gana”; “Mi cuerpo, mi vida, mi forma de follar no se arrodillan ante el
sistema patriarcal”.
“Violencias institucionales”
En
el manifiesto se dice “Marchamos contra las violencias institucionales que
sustentan el sistema cis-hetero-patriarcal capitalista”. A lo largo del texto
se habla de esta violencia en la consulta médica, los CIE, el lenguaje, los
medios de comunicación, el mundo laboral, las escuelas. Se sufre violencia en
la consulta médica que “patologiza las identidades trans o invisibiliza la
sexualidad bollera”. Según el texto hay un lenguaje lleno de palabras para
nombrar ““lo otro”, lo desviado, lo disidente”. El lenguaje sirve también para
agredir e insultar. Con el lenguaje se hacen chistes, burlas, bromas. “De las
bromas cómplices a los insultos. Del insulto al puñetazo”. Por su parte, los
medios de comunicación son “cómplices de ese lenguaje”, “estereotipan muestras
identidades” y mantienen el statu quo. Respecto al mundo laboral, el manifiesto
denuncia “la invisibilización muchas
veces forzosa de nuestras identidades”, y añade: “una salida del armario puede suponer más acoso o
directamente el despido”. El texto reafirma el apoyo a los menores trans,
declara “no vamos a tolerar más bullying
en las escuelas” y rechaza con vehemencia los baños segregados. Se tilda de
“racismo institucional” el trato que se da a “nuestras compañeras migrantes” y
se oponen a las redadas racistas y a
“esas cárceles llamadas Centros de
Internamiento de Extranjeros”.
Durante la
marcha la institución más criticada fue la Iglesia. Se coreó el cántico
popularizado en las protestas feministas “Vamos a quemar (2) / la Conferencia
Episcopal / por machista y patriarcal”. Se voceó “El Papa no nos deja comernos
las almejas”. A algunos símbolos religiosos se les atribuyó la propia
orientación: “La Virgen María también entendía”; “La Virgen del Pilar era
homosexual”.
“Normal es un programa de mi lavadora”
Tanto
en el manifiesto como a lo largo de la marcha se expresó una contundente
resistencia a las normas de género tradicionales, pues se considera que
conllevan la invisibilización y son también violencia. En este sentido el
manifiesto dice lo siguiente: “nuestro deseo no cabe en vuestras estructuras
mentales monosexistas. Porque la invisibilización de plurisexualidades es
violenta. Porque la presunción de heterosexualidad es violenta”. En
consecuencia, parte del objetivo de su lucha es no encajar en esas normas: “No
vamos a asimilarnos ni a ‘homo’ normativizarnos. Pelearemos y resistiremos
contra toda forma de integración en su normalidad”.
Durante la
protesta este rechazo a la normalidad se expresó con esta frase voceada:
“Normal es un programa de mi lavadora”. Es decir, “normal” es algo que se puede
aplicar a las cosas pero no a las personas. Otras consignas que incidían en lo
mismo: “Tiremos una bomba a la heteronorma”; “Nuestras plumas no tienen cura”.
“Nuestro orgullo no es un negocio”
El
tema de la lucha de clases estuvo muy presente en la protesta; se voceó
“Patriarcado y capital, alianza criminal”, y también “Contra el patriarcado,
placer clitoriano; contra el capital, placer anal”.
Cabe destacar
dos críticas principales, una queda sintetizada en los lemas “Nuestro orgullo
no es un negocio” y “No desfilamos, nos manifestamos”. Con estas frases los
congregados dan a entender que en las convocatorias del colectivo LGTBIQ debe
primar el carácter reivindicativo frente al negocio, la fiesta y la exhibición.
La otra crítica tiene que ver con la explotación laboral que realizan
integrantes de la propia colectividad, en palabras del manifiesto, “las
condiciones laborales de las precarias y el sueldo del empresariado rosa”.
Seguidamente añade “las maricas pobres y las maricas ricas; las empresarias
LGTBIQ que explotan a sus trabajadoras LGTBIQ”. Concluye llamándolo “Violencia
capitalista cis-hetero-ROSA-patriarcal”. En la protesta al respecto se coreó
“Gay capitalista, sal de nuestra lista” y “Las trans y las bolleras, la misma
clase obrera”.
Solidaridad
“Stop
homofobia en Rusia y en Segovia”, “Que abran las fronteras, queremos más
bolleras”, gritando estas frases los
manifestantes expresaron su solidaridad internacional con la colectividad
LGTBIQ que está padeciendo una feroz represión en la actualidad. En el
manifiesto también se declara este apoyo: “Marchamos por las presas LGTBIQ.
Encarceladas por pobres, por no ser blancas, por luchar o por ser ellas mismas.
También por las que no reciben asilo político ni lo van a recibir”.
En el texto
recuerdan además a las represaliadas, torturadas y asesinadas durante la
dictadura. Muestran su reconocimiento a quienes les precedieron: “Porque
estamos aquí gracias a vosotras: a vuestra valentía, a vuestra resistencia, a
vuestro dolor, a vuestra alegría, a vuestra pluma. Nuestra memoria está con
vosotras”.
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No he tenido noticias de esta movida, de manera que una vez mas te tengo que agradecer tu entrega a la informaión puntual y veraz de lo que has vivido.
ResponderEliminarEn ves de tanto lio de siglas y definiciones, yo creo que se podría resumir en un "odio al diferente".
Y solo por ser diferente claro, sin añadidos ni prejuicios. Pero sobre todo cuando se sabe que lo diferente no influye para nada en que sea una persona integra y respetable.
Hay demasiado paises de "talibanes" donde cualquier tarado por estar en el poder se permite solo admitir personas como el calificando de anormalidades ó contraras a la naturaleza las opciones que no le agradan.
Es espeluznante la de cosas que "hay que oir" para que entendamos solo un poco de lo que pasa.
Gracias amiga una vez mas por dar testimonio de lo que pasa en nuestras calles y no vemos. Un agrazo fuerte.
Hola, Carlos:
EliminarNo creo que la RAE admita la palabra "LGTBIQfobia" por la combinación de siglas y "fobia" en minúsculas, ahí pegado a las siglas. Es una mezcla rara en castellano. Pero lo cierto es que se está usando por determinados colectivos, y cada vez están añadiendo más iniciales para así reconocer más orientaciones o más identidades sexuales; para reconocerlas y hacerlas visibles, que es una necesidad que tienen.
Dentro de poco será la fiesta del Orgullo que tiene más de "fiestorro-negocio" que de jornada de movilización; por eso he preferido ir a esta manifestación, menos masiva pero con cosas muy importantes que decir.
Fue una marcha alegre y triste al mismo tiempo. Y es que hay que echarle buen humor, alegría y fuerza para luchar contra una violencia tan absurda. Es increíble que sigan produciéndose las agresiones.
Muchas gracias. Abrazos.
Tampoco lo sabía. Buen reportaje.
ResponderEliminarGracias
Gracias. Saludos.
EliminarHola Celeste: Es más que triste ver que estamos viviendo unos años en los que vamos "patrás" como los cangrejos, con estas manifestaciones de violencia y con estos casos de agresiones reales que recoges. En vez de pasar del siglo XX al XXI parece que hemos regresado al XIX (o eran allí más civilizados?).
ResponderEliminarLo de Hazte Oir no tiene nombre y lo de las violencias institucionales, peor. Estoy de acuerdo: el lenguaje puede servir también para agredir.
Gracias por tu reportaje y un saludo.
Es cierto, parece que no avanzamos.
Eliminar¿A quién le puede molestar que cada cual sea como sea o quiera ser? Qué manía con controlar lo que los demás hacen con sus propios cuerpos. Como los de Hazte Oír, que encima se dirigen a niñxs. Por si fuera poco, fue declarada organización de utilidad pública por el Gobierno del PP en 2013.
Muchas gracias por pasarte por aquí. Saludos.
Noticia del 1 de junio de 2017, 14:10h
ResponderEliminarUn juez investiga si Hazte Oír cometió un delito de odio contra el colectivo LGTB