En
septiembre de 2006 compré un ordenador en un famoso hipermercado de
electrodomésticos e informática. Toda confiada, el mayor especialista –o
“especialisto”- de Europa. Al día siguiente lo tuve que descambiar
porque le faltaba la memoria RAM, según los mismos técnicos me dijeron.
Me lo cambiaron por otro que se supone en perfecto estado. Pero desde
aquel día de septiembre hasta hoy ha estado averiado bastantes veces. La
primera vez que se malogró llamé al Servicio Técnico del fabricante. Un
dineral, porque el teléfono era un 902 y porque me daban evasivas y
soluciones poco convincentes: o me pedían más dinero para ampliar
garantía –cuando yo aún estaba en los primeros mese de mi garantía-, o
me pedían el número y los datos de mi tarjeta de crédito, o me decían
que me enviaban las cosas a casa y que lo reparase yo, que con un
destornillador era muy fácil. Tras enfadarme por perder dinero, tiempo y
paciencia se lo llevaron para supuestamente repararlo. Me lo
devolvieron pronto, pero también pronto-a la semana- se volvió a
averiar.
Lógicamente perdí la confianza en el fabricante, así que decidí reclamar en ese gran establecimiento de electrodomésticos. Más de un mes, desde el 10 de febrero de 2007 al 28 de marzo, estuvieron para repararlo, y eso que no era época de vacaciones. Se ha vuelto a averiar; el 5 de agosto último, aún en garantía, lo llevé nuevamente al Servicio Técnico del gran hipermercado electrónico ese. El técnico que me atendió me dijo que tenía discos extraños y que estaba en inglés, cuando debería estar en español. Yo no sé si me sentí”pirata” o “tonta”, más bien lo último. Si yo no he manipulado el ordenador porque no sé hacerlo –qué más quisiera-, y ellos sí, sólo puedo deducir que los discos extraños los habrán puesto ellos. Cabe recordar que el primer ordenador que tuve que descambiar –como dije antes- había sido manipulado o, al menos, no tenía la memoria RAM, según ellos. En fin, tan tonta no soy, puede que algo, pero no tanto como para comprarme un ordenador con todos los componentes originales, que cuestan un dineral, y luego, quitárselos y poner los mismos pero piratas. ¡Si voy a poner los discos piratas, para qué me voy a comprar un ordenador original, auténtico y completo del todo? Sería una pirata tonta, tontísima y asquerosamente rica.
Hoy, 19 de agosto, no sólo no han reparado el ordenador, sino que ni siquiera me han comunicado la situación del mismo, ni por teléfono fijo, ni por móvil, ni por carta, ni de otra manera. Ahora podrían poner la excusa de las vacaciones estivales, no les iba yo a creer porque la otra vez fue en pleno invierno y tardaron casi dos meses, pero, da igual, no llaman, ni siquiera disimulan.
Ahora la desconfianza es absoluta. Si reparan el ordenador, me pregunto cuánto tardará en estropearse otra vez. Además pronto caducará la garantía. Por cierto, ¿cómo consigo que me la amplíen para compensarme la tardanza? Si reclamo un ordenador nuevo, ¿cómo sé que tiene todos sus componentes y que además son originales? Poner y quitar un precinto parece fácil. En fin, lo mismo tenemos que ir a juicio, pero antes he pedido la Hoja de Reclamaciones, la cual no sirve para nada, de ello me he enterado en la OMIC, de donde también salí con cara de tonta.
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