Cuando
llega el mes de enero sabemos que comenzarán las rebajas de invierno y
al llegar julio sabemos que ya están aquí las rebajas de verano. Existen
claras normativas sobre lo que deben hacer los comercios en estas
fechas, incluso hay inspectores que vigilan para que se cumpla la ley.
Los medios de comunicación se hacen eco del asunto y nos recuerdan
nuestros derechos con la colaboración de las asociaciones de
consumidores. Todo parece estar bajo control. Ya tenemos una legislación
y una “cultura de rebajas”, más o menos asentada, para enfrentarnos a
fraudes y reclamar. Sin embargo, no nos inquieta –al menos públicamente-
la Nueva Colección.
Desconocemos las leyes, si es que las hay, y la opinión pública
(asociaciones, medios de comunicación) y las administraciones no tienen
palabra que decir ni nada sobre lo que alertar. No obstante, a pesar de
tanta normalidad, es posible que se estén imponiendo cambios que afectan
a los consumidores sin que nadie los haya consensuado o pactado con
ellos antes.
El tiempo y el lugar de presentación de la Nueva Colección se están modificando poco a poco; estos pequeños cambios trastocan la idea de Nueva Colección, que ya
no se asocia con nueva temporada, pero también afectan a la noción de
rebajas tal y como la conocemos. Para comprobarlo basta con fijarse en
la práctica, muy generalizada entre las cadenas de
ropa o moda, que consiste en poner a la venta en sus establecimientos
habituales la nueva colección cada vez más pronto. Hace bastantes años
la nueva colección para otoño-invierno se ponía en septiembre y convivía
unos días en la tienda con las últimas rebajas. Desde hace unos diez
años para acá la Nueva Colección
se va presentando cada vez con mayor prontitud: a finales de agosto, a
mediados de agosto y, más recientemente, a principios de ese mismo mes.
Pero este año la Nueva Colección
está en la calle desde el 15 de julio. (Bueno, yo la vi el 15 de julio,
no sé si estaba incluso antes). Precisamente el martes 15 de julio
compré un vestido de rebajas y el viernes 18 fui a devolverlo porque
tenía un defecto. No tuve ningún problema con este trámite, pero el ir
esos dos días al establecimiento me permitió observar cómo se distribuía
el espacio. El martes el espacio dedicado a las rebajas y a la Nueva
colección se repartía por igual: mitad para las prendas rebajadas, mitad
para las prendas con precios de supuesta nueva temporada. Pero el
viernes la Nueva Colección
dominaba el territorio y las prendas rebajadas ocupaban dos únicos
percheros. Ya que estaba en una calle comercial me dedique a observar
otros establecimientos de otras conocidas cadenas de moda, sucedía más o
menos lo mismo.
Probablemente todo lo anterior tenga una explicación, por ejemplo: han vendido todo lo rebajado y sacan
lo nuevo. Pero la verdad es que cuesta creerlo pues en años anteriores
no sucedía lo mismo y, sobre todo, por la expansión de las tiendas
“outlet”. Es fácil suponer que las grandes y populares cadenas de moda
desplazan sus prendas rebajadas a sus establecimientos “outlet”, donde
venden prendas de temporadas pasadas a un precio más bajo.
Otro aspecto que llama la atención es que en algunas tiendas las prendas de la Nueva Colección
no corresponden precisamente con la temporada otoño-invierno pues la
mayoría de ellas son prendas ligeras y de tirantes o de manga corta.
Pero no es eso lo más curioso, sino que algunas de las prendas la nueva
colección son iguales a algunas de las prendas que antes estaban
rebajadas, es decir: prendas que hace dos días estaban rebajadas
aparecen ahora como de Nueva Colección, por tanto, encarecidas.
Defensores
de los consumidores, administraciones y otras autoridades tendrán que
averiguar si los cambios introducidos por esta nueva práctica, llevada a
cabo por las grandes cadenas de moda, se ajustan o no a la ley. De
momento se puede observar cómo este hecho altera la noción de rebajas
tradicional, para ello es suficiente con detenerse en aspectos como el
tiempo, el espacio y el carácter estacional.
El tiempo de
venta de las rebajas y la información obligatoria que conlleva está
claramente regulado. Sabemos que existe una normativa que indica los
periodos del año en los que puede haber rebajas y obliga a los comercios
a indicarlo de forma visible para los consumidores. Para cumplir esta
norma las tiendas suelen exponer unos letreros en sus escaparates con
las fechas de inicio y fin de las rebajas. Pues bien, con la nueva
práctica –la venta de la Nueva colección a mediados de julio- se está
produciendo una falta de concordancia entre esos letreros que
especifican las fechas de las rebajas del establecimiento y la situación
real. Es posible que en la tienda aún haya prendas rebajadas a mediados
de julio, incluso hasta finales de julio, pero es más difícil que
perduren hasta finales de agosto que suele ser la fecha que aparece en
los letreros. Además habría que observar la proporción de prendas
rebajadas y si a mediados de julio ya no es la mitad de las que hay en
el establecimiento. Como se desprende fácilmente de lo anterior, todos
estos cambios contribuyen a reducir el periodo de rebajas: cuanto antes
entre la Nueva Colección, antes desparecen las rebajas de la tienda habitual.
El espacio en el que se venden las rebajas también va cambiando, desplazándose. En las tiendas habituales el espacio para
las pendas rebajadas disminuye mientras crece para la Nueva colección.
La ropa rebajada se trasladará en su momento a las tiendas “outlet”,
muchas de ellas, por cierto, a las afueras de las ciudades. En
consecuencia, los precios más elevados van a aparecer en el
establecimiento habitual, todavía estando en periodo de rebajas, y
teniendo como pretexto que ya se venden prendas de la Nueva Colección, aunque no precisamente de nueva temporada.
El concepto de rebajas se sigue manteniendo vinculado a dos periodos estacionales: rebajas de invierno –o de enero- y rebajas de verano.
Pero lo que cambia es el concepto de nueva temporada -el cual ya no se
usa- y, desde luego, no corresponde con una Nueva Colección para el
próximo otoño-invierno (o primavera-verano
cuando estemos finalizando el invierno), sino con una Nueva Colección
para el verano en el que aún estamos, eso sí, con precios renovados, o
sea, caros.
Esta práctica cada vez más extendida y su imposición paulatina deja inermes a los consumidores, a ello hay que añadir la falta
de reacción de la opinión pública: ni medios de comunicación ni
asociaciones de consumidores han hecho ni harán campañas para alertar
del silencioso fenómeno. Precisamente por eso, porque se impone poco a
poco y lo vamos asimilando como una costumbre. Entre familiares y amigos
nos limitamos a comentar: “Ya no puedo comprar
nada en las rebajas, cada año empieza antes la nueva temporada”.
Incluso puede que sea un asunto que a muchos les parezca menor, ni
siquiera les extrañe, o puede que hasta lo elogien porque les permite
seguir comprando prendas nuevas para un verano caduco. No obstante,
cuesta creer que todo esto nos parezca lícito. ¿A todo el mundo le
cuadra que la misma prenda que antes del 15 de julio estaba rebajada
pueda aparecer a partir de ese mismo día como de nueva temporada y, por
tanto, más cara? No es un fraude alarmante ni escandaloso con resonancia
mediática, pero así, poco a poco y asentándose como una costumbre se
imponen cambios lentos y silenciosos que nos introducen en un círculo
absurdo en el que no cabe la más mínima rebeldía, ni siquiera el pensar
sobre lo cotidiano o, peor aún, ni el observar o hacerse preguntas. Esto
puede ocurrir en muchos ámbitos de la vida colectiva, pero cuando
acaece en el del consumo, los pequeños cambios mencionados a unos atan y
a otros les proporcionan grandes beneficios. De no ser así, no tendría
lugar.
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