Conforme transcurre el tiempo y se agrava la situación que nos ha tocado vivir, va siendo necesario buscar un nombre que permita acotar e identificar la política y los argumentosque trata de imponer la clase dominante en lo que ya constituye un momento quizá no atípico, pero sí preocupante para las democracias representativas europeas, especialmente para las del Sur. Me refiero a esta etapa que comenzó en 2008 y dura hasta nuestros días, en la que las élites económicas y políticas dicen que estamos inmersos en una “crisis económica internacional” y que para solucionarla es necesario aplicar medidas de “austeridad”. Es una etapa en cierto modo “insólita” en democracia, caracterizada por unas medidas regresivas que nos hacen retroceder en derechos sociales y laborales casi un siglo. Este radicalismo neoconservador plantea un fortísimo desafío a los restos del movimiento obrero —el cual tiempo atrás conquistó esos derechos— y al conjunto de la izquierda, pero también a las sociedades que se consideran avanzadas y dicen haber desarrollado un Estado social y democrático de Derecho. Estas supuestas sociedades avanzadas —a las que es difícil saber si España pertenece— y sus propios Estados deberán decidir si defienden la dignidad humana (y la solidaridad con la que va pareja); y si es así, tendrán que plantearse el control de las irresponsabilidades y la crueldad de las clases privilegiadas en lugar de someterse a sus dictados. Pero hasta que esto ocurra conviene buscar un nombre para esa forma de hacer política; de momento, se podría llamar Crisismo, por el uso exageradísimo que se ha hecho de la “crisis económica internacional” y, también, para que nunca más esa idea de “crisis” sea usada como pretexto de fines destructores, humillantes y despiadados.
Se usa mucho la palabra “austericidio”, pero entiendo que se aplica únicamente a las medidas políticas demoledoras que se están llevando a cabo para supuestamente solucionar la “crisis”, es decir, se trata de esas recetas políticas brutales a las que la clase dominante se refiere con el eufemismo “hacer los deberes” y que implican la destrucción del Estado de bienestar, el pago de la deuda de los bancos (“rescate bancario”), las externalizaciones y privatizaciones, la reducción de salarios, la subida de impuestos que gravan el consumo, etc.; en definitiva, todas esas medidas que están conduciendo al empobrecimiento de grandes sectores de la población. Sin embargo, Crisismo es un término más amplio, que permite abarcar lo que ocurrió antes de la crisis (causas), las medidas que se toman después y el discurso que se emplea, el lenguaje. También es mejorCrisismo político que Crisismo económico, ya que la declaración de “crisis económica internacional” no es mero hecho económico, sino que es fundamentalmente un fenómeno político e ideológico. El Crisismo es un movimiento impuesto desde arriba, desarrollado por la clase dominante internacional sobre la marcha de los acontecimientos, que alude no solo al colapso económico, sino también a los comportamientos imprudentes, irresponsables, abusivos y negligentes que condujeron a ese colapso; a las medidas políticas posteriores (“austeridad”, que lógicamente no afecta a la clase dominante) y a la manipulación ideológica.
Dado que considero que el Crisismo es un “movimiento político” impuesto desde arriba, llamaré crisistas a los elaboradores, sustentadores y ejecutores de esa forma de hacer política y de la manipulación ideológica que conlleva; por tanto, entre los crisistas está gran parte de la élites económicas y políticas a nivel internacional y nacional y el periodismo que se declara explícitamente neoconservador. También pueden ser considerados crisistas aquellos medios de comunicación, que sin declararse explícitamente neoconservadores, manejan el mismo lenguaje y discurso que la clase dominante sin el menor sentido crítico, puesto que de esa manera acaban convirtiéndose en sus voceros.
En el lado opuesto están sus adversarios, los anticrisistas, ya que están esgrimiendo ideas, palabras y reflexiones diferentes sobre una misma realidad. Los anticrisitas luchan por desenmascarar la “crisis”, a la cual llaman “estafa”; y denuncian la “austeridad” que para ellos es “saqueo” del Estado del bienestar y del resto de la población. La frase crisista “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, en el lenguaje anticrisista se transforma en “Nos han robado por encima de nuestras posibilidades” (vista en pancartas durante las manifestaciones). Lo dicho, los llamaré anticrisistas, aunque estos movimientos se van poniendo nombres relacionados con la dignidad: primero, fueron movimientos de indignados, aunque últimamente se autoproclaman “mareas” defensoras de la dignidad.