Entre los partidos políticos de izquierdas es recurrente la vieja
disputa por autoproclamarse la “verdadera izquierda”, de modo que la
organización que así se reivindica excluye a los otros partidos de izquierda
como si fuesen, por ejemplo, izquierdas “falsas” o “contaminadas” por los
intereses de la derecha. Aparte de esta disputa entre partidos que se autoubican
en la izquierda, los movimientos sociales y de protesta o, en términos más
generales, la opinión pública que se moviliza esgrime la siguiente consigna: “La
izquierda está en la calle y no, en el Parlamento”. Esta frase ha sido
escuchada en diversas protestas que se han ido sucediendo en Madrid contra los
recortes de derechos sociales y laborales, las privatizaciones y las medidas
represivas que ha aplicado el Gobierno de Mariano Rajoy (Partido Popular) desde
2011 a 2016. Con esta autoproclamación, la
opinión pública de izquierda que se moviliza, como otro actor más, reclama
ser la parte del espectro político que mejor
defiende los intereses de la clase trabajadora.
Negación de la presencia de la izquierda en el Parlamento
Con la frase “La izquierda está en la calle y no, en el Parlamento” los
manifestantes remarcan la brecha significativa que perciben —o establecen—
entre los partidos políticos de izquierda con representación parlamentaria y
los movimientos sociales y de protesta. No es solo que se trate de formaciones
muy diferentes, es que están muy alejadas; y una de ellas, la izquierda
parlamentaria, no va a ser reconocida como “izquierda” por una parte de los que
se movilizan en la calle. Tras el estallido del movimiento de protesta 15M en
2011 (Gobierno de Rodríguez Zapatero, PSOE), ya se vio esta profunda brecha
entre la democracia representativa y los manifestantes de la Puerta del Sol de
Madrid que voceaban “Que no, que no, que no nos representan”. Por supuesto, no
les representaba en el Parlamento la derecha, pero tampoco la izquierda; y
expresaron sentir un vacío de representación. De ahí que surgiese Podemos como
un partido de izquierdas, vinculado con el movimiento 15M, que supuestamente
pretende rellenar ese hueco de representación en el escenario parlamentario.
Sin embargo, ni Podemos ni ningún otro partido de izquierdas satisfacen ese
vacío de representación, ya que la
opinión pública de izquierda que se moviliza no se conforma con que la
representen otros ni con la acción parlamentaria, sino que se reivindica a sí
misma con la acción en la calle. Por eso, antes de las elecciones generales del
20 de diciembre de 2015, los manifestantes voceaban “Gane, quien gane las
elecciones, seguiremos en la calle”. Igualmente, la Marea Blanca (movimiento de
defensa de la sanidad pública de calidad y universal) en sus manifestaciones de
2016 —año en el que tras las elecciones generales del 26 de junio sigue sin
saberse quien gobernará y si habrá unas terceras elecciones— también corea
“Gobierne quien gobierne, la sanidad pública se defiende”. Es decir, se
desconfía del partido que accede al poder y, aunque sea de izquierda, la opinión pública de izquierda que se
moviliza, le plantará cara; además, no quiere ser desplazada ni apagada por
partido político alguno.
La acción en la calle, inherente a la izquierda
“La izquierda está
en la calle y no, en el Parlamento” revela, en primer lugar, que la parte de la opinión pública de izquierda que se
moviliza se autoproclama “la izquierda”, es decir, no se trata de cualquier
izquierda u otra izquierda más, sino la única. En consecuencia, sería lo mismo
que declararse la única defensora de los intereses de la clase trabajadora; a
su vez, implícitamente se designa como el único contrincante de la derecha.
En la consigna se
observa también que se autoproclaman “la izquierda” por el lugar que utilizan
para sus medios de acción, esto es, su idea de izquierda se halla
inevitablemente unida a la “lucha” en la calle. Este es el lugar donde
transcurre la mayoría de las protestas: las manifestaciones, las
concentraciones, las actuaciones simbólicas, los escraches, las sentadas, los
cortes de tráfico, las acampadas. Así, estos medios de acción informales son
incorporados al reconocimiento de lo que es la izquierda, como si la lucha en
la calle le fuese inherente, su característica definitoria. De esta manera, la
calle va a ser considerada como un escenario que le es propio siempre, frente
al Parlamento, que es un espacio donde están otros, los que no son incluidos en
“la izquierda” por estar ahí y actuar únicamente por la vía institucional.
“La izquierda está
en la calle” evoca el concepto histórico de “lucha”, ahondando más, trae a la
mente la idea de “lucha de clases”. Por tanto, en la proclama también se da a
entender que la izquierda que está en la calle no ha renunciado a luchar para
intentar resolver los problemas más acuciantes de la clase trabajadora. La
calle ha sido y es el territorio primigenio y más tradicional de la acción del
movimiento obrero, incluso antes de que este derivara en partidos políticos de
izquierda parlamentaria. En la calle transcurre también la acción de los
movimientos sociales de izquierda que se han ido sucediendo a lo largo de la
historia: movimientos feministas, ecologistas, pacifistas, vecinales,
estudiantiles, antirracistas, etc.
Se puede decir que la lucha de clases también se ha llevado al
Parlamento a través de los partidos
políticos de izquierda, sin embargo, si la
opinión pública que se moviliza niega la existencia de la izquierda en tal
escenario, quizá sea porque considera la lucha entre partidos de izquierda y de
derecha como falsa, como un paripé en el que los parlamentarios de izquierda se
van asemejando en sus formas e intereses a los de la derecha, así que entre
ellos no puede haber lucha de clases porque todos conforman la misma “clase
política”. (Si, además, defiende los intereses de la clase económicamente
dominante no es extraño que se les vea en el bando contrario).
En la calle la clase trabajadora se defiende directamente a sí
misma
El acceso al
Parlamento (vía institucional) está claramente establecido: tanto los partidos
de la supuesta izquierda como los de la derecha han de obtener un número
determinado de votos en las elecciones generales; además, previamente, esos
partidos han tenido que conseguir dinero para
financiarse y han establecido estructuras más o menos jerárquicas para
organizarse. Por su parte, la calle es un lugar abierto a todos, donde se
desarrolla una acción de protesta más informal, aunque sujeta a límites,
vigilada policialmente y, a veces, arriesgada. En la calle pueden participar
todos los actores que lo deseen: los partidos políticos con representación
parlamentaria, los partidos políticos sin representación parlamentaria, las
grandes centrales sindicales, los sindicatos minoritarios, los movimientos
sociales, las asociaciones de todo tipo, los diversos colectivos, las
plataformas creadas para reivindicaciones concretas, las plataformas con
planteamientos globales y todos los que quieran a título individual. En
definitiva, al Parlamento solo pueden acceder los supuestos representantes de
la clase trabajadora, mientras que a la calle puede acceder directamente la
clase trabajadora, cada persona individualmente o acompañado de sus grupos de
asociación más pequeños donde se supone que ejercen la democracia
participativa.
En la calle están y
actúan directamente las trabajadoras y los trabajadores, parte de las personas
afectadas por algún problema, parte de la opinión pública concienciada sobre lo
que ella quiera y los que se solidarizan con los demás. Quizá los que realizan la
acción en la calle vengan a decir: “Nadie mejor que la propia clase trabajadora
para defender los intereses de la clase trabajadora”. Los partidos políticos
supuestamente de izquierdas siguen a lo suyo.
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