En algunas pancartas de la manifestación del 23 de noviembre, que comenzó a las 12 del mediodía en la glorieta de Atocha (plaza del Emperador Carlos V) y finalizó cerca de la Puerta de Alcalá, se atribuía a la clase dirigente, a los poderosos, a las élites políticas y económicas una degradación moral que suena extraña a la democracia y al propio respeto por lo más noble del ser humano. Una pancarta, sencilla en su texto, resultaba espeluznante en su contenido: “La sangre que tú donas, ellos la venden…Centro de Transfusiones de la Comunidad de Madrid”. También se vocearon consignas que incidían en esa ruina moral de los que mandan, como esta, referida a uno de los temas principales de la protesta, las pensiones: “¡Qué ‘desgraciaos’, les roban el dinero a los ‘jubilaos’!” En estos mensajes no se apela a la justicia, a las leyes externas, a lo impuesto, sino a la moral: a lo que nos permite distinguir entre el bien y el mal, a algo íntimo, profundo, esencial. A esa clase dirigente se le achaca haberse asentado en la infamia, en una maldad sin límites en la que cabe lucrarse con la generosidad del altruista que dona parte de sí para salvar a otro, o con la fragilidad de la persona mayor que con mucho esfuerzo ha sacado adelante a su familia y a este país quedando ahora desamparado. Son mensajes que nos dicen que “ellos” están quebrantando lo más venerado, lo más respetado por todos nosotros. Esta diferencia entre “ellos” y “nosotros” queda bien remarcada en la primera frase: “ellos la venden…”, y “ellos” son los poderosos, esa ruin clase dirigente. En la segunda frase está omitido el sujeto “ellos”, pero se dice “roban el dinero de los ‘jubilaos’”; sabemos que no se refieren a cacos callejeros, sino a alguien muchísimo peor: “ellos”, los poderosos. El lenguaje empleado en estas frases es sencillo y el tono reposado. Ya no hace falta recurrir a la estridencia del grito ni al insulto iracundo. No se voceó “hijos de puta” como en otras ocasiones, sino que se les dice simplemente “desgraciaos”, palabra que es suficiente para recalcar la repugnancia que sus acciones causan al entendimiento.
Dos marchas, la misma lucha
Lucía el sol, pero hacía frío bajo los árboles del Paseo del Prado. El ambiente de la protesta fue distendido, pacífico, sin embargo, a pesar de ello y de la hermosa mañana de otoño, no se percibía una gran fiesta de la clase obrera. Las dos marchas que hubo en Madrid, a la misma hora y por el mismo asunto, evidenciaban ¾desgraciadamente y como tantas veces¾ que no acaba de cuajar lo de “El pueblo unido jamás será vencido”. La otra marcha partió desde la Plaza de España, recorrió la Gran Vía hasta llegar a Alcalá, donde giró a la izquierda para desembocar en la Puerta del Sol. Lo importante es que salió gente a la calle, que las arterias centrales de la ciudad fueron tomadas por los participantes de ambas marchas.
Los convocantes de la manifestación de Atocha‑Alcalá fueron la Cumbre Social de Madrid¾en la que están las centrales sindicales CCOO y UGT¾ y la Marea Ciudadana de Madrid. La manifestación que partió de Plaza de España a Sol fue convocada por el Tribunal Ciudadano de Justicia y asambleas populares del 15M. En la marcha de Atocha‑Alcalá la pancarta de cabecera fue portada por los trabajadores de la Limpieza de Madrid, los cuales protagonizaron unas duras jornadas de huelga y negociaciones la semana anterior, y por personas que vestían camisetas verdes (educción), blancas (sanidad), amarillas (justicia), naranjas (servicios sociales) y trabajadores de Telemadrid. Después, pero distanciados, en un segundo plano, iba un fuerte cordón de seguridad integrado por personas ataviadas con chalecos rojos de UGT y CCOO que rodeaba, entre otros, a los líderes sindicales Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo. Tras ellos avanzaban las grandes banderolas de estas centrales sindicales y de USO. Los lemas de ambas protestas eran similares en la forma, aunque no exactamente iguales en su contenido. La pancarta de cabecera de Atocha‑Alcalá decía: “Juicio a la banca. Salvemos lo público. Salvemos las pensiones. Salvemos a las personas”. La pancarta de cabecera de España‑Sol era: “Juicio a la banca. Salvemos lo público, las pensiones, a las personas”. La pancarta que portaban, junto a otros, los líderes de CCOO y UGT decía: “Defendamos lo público. Defendamos a las personas. Defendamos las pensiones”. Como se puede observar esta última proclama no incluye las palabras “Juicio a la banca”. El eslogan del Bloque Unitario ¾que caminó desde Plaza de España a Sol¾ era duro y acusador para las grandes centrales sindicales pues ponía las siglas de estas junto al Gobierno y a los empresarios: “Patronal-UGT-CCOO-Gobierno. Nos roban las pensiones, nos roban lo público”. No obstante, a pesar de todas estas diferencias y separaciones, había colectivos que estaban presentes en ambas manifestaciones; por ejemplo, Izquierda Anticapitalista acudió con un camión que transportaba a los animadores y al equipo de sonido a la marcha de Atocha‑Alcalá, pero sus banderolas de colores también se vieron avanzando hacia Sol. La masa no seguía a raja tabla la decisión de los convocantes de marchar separados, de modo que hacia la una y media de la tarde, acabada la manifestación de Atocha‑Alcalá, muchos de sus asistentes se encaminaron hacia la otra protesta, sumándose a ella en la confluencia de Gran Vía con Alcalá. La apelación a la unidad estuvo presente como tema principal en muchas consignas y pancartas: “¡Ni un paso atrás! Viva la unidad de la clase obrera. CJC. PCPE”; “Tsunami de mareas hasta derribar al Gobierno. Izquierda Anticapitalista”;”Hay motivos para luchar ¡juntos!”; “¡Unamos las luchas! Fuera Rajoy, Troika”; “Sí, sí, unidad, pero para luchar” (voz).
Más sectores afectados, más que se movilizan
La marea humana que invadió el centro de la capital con sus reivindicaciones en las dos marchas era tan variada que transmitía la idea de que cada vez son más los sectores laborales afectados y de que no se salva ningún grupo social que pertenezca a la clase trabajadora. Está tocado tanto el sector público (recortes, privatizaciones, repagos) como el privado (despidos, cierres); el que trabaja (precariedad) como el que está en paro; los jóvenes (desempleo, educación) como los mayores (pensiones). Entre una marcha y otra las calles se llenaron con personal de los centros de salud y los hospitales públicos; maestros, profesores y alumnos; bomberos, trabajadores del ferrocarril y de Iberia, de la limpieza, la construcción, el comercio, la hostelería; de la cultura y las televisiones públicas, incluso del Museo del Prado que exigían transparencia. Voceando “Estas son las manos que lavan la ropa” se hacían notar las trabajadoras de la Lavandería Hospitalaria Central, quienes tras la privatización sufrirán despidos y rebajas salariales. Había bastantes personas mayores entre los afectados por las Preferentes y sujetando las pancartas que reivindican las pensiones, la dependencia y la sanidad; hasta acudieron los que luchan contra la impunidad del franquismo. Se vivió en Madrid esa sensación de “somos muchos”, a pesar de la manipulación que el Partido Popular se trae con lo de la “mayoría silenciosa”. Esa sensación se vio reforzada por los nombres de los colectivos que exhibían sus pancartas y banderolas. En la protesta de Atocha‑Alcalá, aparte de las de los sindicatos ya mencionados, estaban las de Izquierda Unida, Equo, Plataforma sindical, Frente Cívico, Sindicato de Estudiantes, CJC, PCPE, CEPYP, ICADE. En la marcha de España-Sol: 15M, Tribunal Ciudadano de Justicia, ATTAC, Solidaridad Obrera, CGT, Coordinadora 25‑S, Green Peace, Stop Desahucios. Pero esto es solo una muestra de lo mucho que había, por banderolas que no fuese, ondeaba hasta la del Partido Animalista.
Dos temas van adquiriendo cada vez más importancia en las protestas: las pensiones y la represión. Por ejemplo, respecto al primero, de Atocha a Alcalá se vieron estas pancartas: “Pensionazo. Menos trabajo = menos pensión. USO”; “Contra los recortes en sanidad y pensiones. Jubilados y pensionistas del metal, construcción y afines”; “En defensa de: sanidad, pensiones y dependencia. CEPYP”; “Las pensiones no se tocan ¡No al pensionazo! Izquierda Anticapitalista”. “No a la reforma de las pensiones. Por el mantenimiento del poder adquisitivo de las pensiones. CC OO, UGT, Jubilados y Pensionistas”. El tema de la represión fue más denunciado desde Plaza de España a Sol y se centraba especialmente en la Ley de Seguridad Ciudadana, aunque casi no se la mencionó con ese nombre, sino que se la llamó “Ley mordaza”, “Ley anti protesta” o “Ley anti 15M”. Algunas pancartas: “Leyes contra protestas por los recortes ¡No!”; “Ley mordaza, Golpe del PP”; “Ley mordaza, dictadura descarada”.
“Fuera, fuera, fuera, de la Unión Europea”
Los manifestantes consideran responsables de toda esta destrucción de lo público y del saqueo generalizado a la patronal y, parcialmente, a los grandes sindicatos, a la banca y a dirigentes nacionales e internacionales. Se aludió especialmente a la banca: “Nos dicen en su tele, su tele / los recortes son buenos / ¿para quienes? / Coño, para los banqueros” (canción); “Los banqueros, que paguen los primeros” (voz); “Banqueros robando, jueces ayudando” (pancarta). Del ámbito más cercano se nombró a la alcaldesa de Madrid y al consejero de Sanidad del gobierno autonómico: “La Botella, al contenedor”; “Lasquetty, dimisión”. A nivel nacional se pidió una vez más la dimisión del Gobierno y se gritó “Rajoy, capullo, lo público no es tuyo”, y “De Guindos, sicario del Fondo Monetario”. La protesta traspasa las fronteras nacionales y se hace referencia a los líderes mundiales: “Merkel, Obama, atraco a mano armada”; “No se vende, no nos da la gana, ser una provincia de la banca alemana”. Un grupo de jóvenes mostraba un descontento extremo que a otros compañeros de protesta sorprendió, cantaban: “Fuera, fuera, fuera, de la Unión Europea”; “La Unión Europea nos explota y nos saquea. ¿Cuál es la solución? La salida de la Unión”.
“Madrid será la tumba del fascismo”
En la marcha de Atocha-Alcalá al igual que en la de España-Sol se coreó ““Madrid será la tumba del fascismo”, frase emblemática que se oye mucho últimamente en las protestas y que evoca la resistencia de la ciudad en otros tiempos; pero también la desolación de estar siempre en la misma guerra.
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