El
domingo 29 de enero a las doce de la mañana los que se apearon del tren
de Cercanías en el paseo de Recoletos y los que venían de la estación
de Metro de Colón buscaban la calle Bárbara de Braganza para avanzar por
ella hasta la plaza de las Salesas ¾donde está la sede del Tribunal Supremo¾
y, así, sumarse a la manifestación de apoyo al magistrado Baltasar
Garzón, quien se tiene que ver la cara con la justicia por declararse
competente para juzgar los crímenes del franquismo. Manos Limpias
(sindicato ultraderechista) y la asociación Libertad e Identidad le
llevan ante los tribunales por este asunto, pero tiene pendientes otras
causas: las escuchas del caso Gürtel y los cursos en Estados Unidos.
Hace
frío en Madrid, a pesar de ser mediodía, y el sol aún no ha entrado en
estas calles estrechas; la gente va ataviada con guantes, bufandas,
gorras y boinas, estas últimas sobre las cabezas de los señores mayores.
En esta manifestación hay gente de todas las edades, pero predominan
los que lucen sienes plateadas. Pasados los furgones policiales y
próximos a las Salesas, si se alza la vista se ven muchas banderas,
todas republicanas, y fotógrafos subidos a los contenedores para tomar
la mejor panorámica. Desde esta plaza hay que dirigirse a Fernando VI y
luego a la estrecha calle del Barquillo, pero se ha atascado el embudo y
la marcha no se mueve o va a paso de tortuga. Comentan las señoras:
“Nos meten por estas callecitas para que no se nos vea”; “Es lo que
ahora autorizan”. Una vez que se llega a Barquillo se puede caminar,
despacito, pero se puede. Se esté en quietud o se esté en movimiento, un
clamor corre desde lejos y llega a los oídos de los más cercanos, la
masa humana lo transmite según lo oye y llega un momento en que suena
muy nítido porque todos lo vocean: “Garzón, amigo, el pueblo está
contigo”. Es la frase más coreada en esta marcha en la que todas las
consignas se propagan de esa manera: a través de la corriente humana. Un
grupo lanza un grito de protesta y este va creciendo de atrás hacia
delante o de principio a fin. Es
como se trasmitieron los siguientes mensajes: “Hay que juzgar al
franquismo criminal”; “Esta es la justicia del PP”; “Fuera fascistas del
Tribunal Supremo”; “Algo huele
mal en este tribunal”; “Verdad, justicia, reparación”; “Mañana España
será republicana”; “Manos limpias, llenas de sangre”; “También estamos
los niños robados”.
Las
pancartas grandes por fin se pudieron desplegar en toda su extensión
por las calles de Alcalá y Sevilla y frente al escenario situado en la
plaza de Canalejas. La pancarta de cabeza era en tonos verdes y en ella
se podía leer: “Solidarios con Garzón. Contra los crímenes del
franquismo. Contra los juicios de la vergüenza”. La sujetaban con sus
manos artistas, sindicalistas y políticos de izquierda, todos ellos
rodeados de un cordón de seguridad, fotógrafos y cámaras de televisión;
con este despliegue más los curiosos la pancarta principal apenas se
podía vislumbrar. Mejor se contemplaba la pancarta blanca del escenario
con similar leyenda y en la que
además figuraban los nombres de los convocantes: Solidarios con Garzón y
Plataforma contra la impunidad del franquismo. A lo largo de la
caminata hubo más pancartas grandes, de las que se llevan en alto y se
leen bien, como ésta: “’No hay mayor respeto que llorar a una persona
que no se ha conocido’. J. Saramago. Veteranos 15-M por la Memoria
Histórica”. En las pancartas más pequeñas había mensajes que denunciaban
la situación, por ejemplo: “España al revés: corruptos y fascistas
hacen juzgar al juez”; “Misión: hundir a Garzón”; “Todas las víctimas
son iguales. Garzón perseguido por defenderlas”; “Tapan sus delitos
echando a Garzón”. El caso Garzón ha traspasado fronteras y
el apoyo viene desde tierras lejanas: “Chile agradece y defiende a
Garzón”. Se sigue reivindicando lo que este juez avivó: “Justicia
universal, aquí”. Bastantes personas portaban pancartas con las
fotografías antiguas de algunos de los asesinados por la dictadura, en
una de ellas las fotos iban acompañadas de la siguiente leyenda:
“Asesinados por defender la República”. Unas niñas pequeñas repartían
unas pegatinas en las que ponía: “Abajo la dictadura”. Niñas de 2012,
qué largas son las secuelas de aquella infamia. Unos estudiantes
repartían octavillas con su particular parecer: demandaban juicio
y castigo para el franquismo, pero sin la menor simpatía por el juez al
cual también criticaban por algunas de sus actuaciones. En alguna
pancarta, sin embargo, lo que pedían era esto: “Garzón, Nobel 2012”.
Sobre
el escenario se pronunciaron discursos en honor de los que dieron su
vida por la democracia y también se habló de la vergüenza que produce
todo esto. Luis García Montero recitó un poema suyo titulado La Farsa, después las actrices y los actores
famosos y comprometidos pasarían a declamar poemas de Antonio Machado,
Federico García Lorca, Rafael Alberti y Miguel Hernández. Cuando el
primero de ellos iba a comenzar, los manifestantes alzaron su voz y de
nuevo el conocido rumor que vino del final se hizo patente y lo inundó
todo: “Garzón, amigo, el pueblo está contigo”. El propio actor acabó
coreándolo antes de empezar a recitar. La masa aplaudía, aplaudía al
juez. Después de cada poema también aplaudió. Y mucho siguió aplaudiendo
cuando un joven actor dijo que el poema de Lorca se lo dedicaba a los
que buscan a sus familiares por las cunetas de toda España. Con vigor
volvieron a aplaudirle porque consiguió declamar la palabra “hijo” con
la voz digna, fuerte y valiente de un padre que lo ama. Aplausos desde
las entrañas.