El sábado 15 de octubre ¾cinco meses después del 15-M, día de San Isidro¾ las marchas procedentes de distintos puntos de Madrid llegan
a la plaza de la Cibeles por el paseo de Recoletos, la calle de Alcalá y
el paseo del Prado. Son las seis de la tarde, y todas estas marchas se
transforman en una que se dirige hacia la
Puerta del Sol para poner de manifiesto que cada vez son más los
indignados por todo lo que está sucediendo en torno a la llamada “crisis
económica”. A las siete menos cuarto de la tarde la fuente de la diosa
sigue rodeada debido a que los
manifestantes se aproximan por todos los flancos, especialmente por el
sur. Si se echa un vistazo al paseo del Prado no se atisba un hueco; si
se mira hacia la calle de Alcalá en dirección a Sol lo que se ve es un
mar de cabezas sobre el que navegan pancartas, banderas republicanas y
arcoíris, globos y caricaturas. Hay lleno total y la marcha avanza
despacio; algunos se encaraman a las vallas, a las farolas o a cualquier
otro tipo de mobiliario urbano que les permita hacer una fotografía
panorámica de la colorida muchedumbre.
El conjunto de los manifestantes es variopinto: niños, jóvenes y mayores; bicicletas, cochecitos
de bebé y sillas de ruedas; profesores, filósofos y actores famosos;
indumentaria formal e informal, cómoda, deportiva, hippy, punk, elegante
y hasta algo pija; y, por supuesto, camisetas verdes de las que reivindican la
educación pública. Hay varias batucadas a lo largo de la marcha y una
pequeña orquesta con sus clarinetes, tambores y otros instrumentos.
Algunos grupos llevan papelitos con las letras de sus canciones, que
además bailan.
El
griterío y las pancartas son sobre el origen y las soluciones que se
están dando a esta crisis de carácter mundial, por eso con frecuencia se
ven frases escritas en inglés u otros idiomas. Y de lo global a lo
local, pues hay textos y voces que aluden al PSOE y al PP, a Rubalcaba y a Rajoy, y
a Esperanza Aguirre, presidenta del gobierno de la Comunidad de Madrid.
Se está en contra de los bancos, el sistema, el hambre, la desigualdad,
los recortes y las privatizaciones; se está a favor de la democracia
participativa, la lucha y el cambio. En esta gran manifestación
confluyen pancartas y cánticos oídos en otras marchas anteriores más
específicas: por la enseñanza y la sanidad públicas, por un estado
laico, por el trabajo decente, hasta por el agua. No obstante, el grito
más repetido es: “Esta crisis no la pagamos”. Dicha consigna, breve y
clara, se vocea con decisión durante el recorrido, en los momentos
clave, para levantar el ánimo y a la llegada a Sol.
Contra los bancos y el sistema
Contra
los bancos algunos manifestantes entonan una canción con la música de
“Hola Don Pepito/Hola Don José”, solo que ésta dice: “¡Hola BBV!/ ¡Hola
Santander!/ ¿Se quedó con las casas?/ Con las casas me quedé/ ¿Qué hizo
con la deuda?/ Al Estado la pasé/ ¡Qué bien BBV!/ ¡Qué bien Santander!”
Las pancartas que tienen a los bancos como protagonistas son de las más
numerosas, ejemplos: “No al fraude hipotecario”; “Por una banca
pública”; “Nacionalizar cajas y bancos; banca, al banquillo”; RoBankia”;
“ERE al Banco de España”; “Bankero, ratero, devuelve el dinero”; “Fuck the bank”; “Bankero,
ladrón, no tienes corazón”; “Bancos usureros”; “Las cajas, nuevo
botín”. Se corea eso de “Un bote, dos botes, banquero el que no bote”.
Otras pancartas exigen que paguen la crisis quienes la originaron: “Se
forraron con la burbuja y ahora que pague Rita, la ciudadana”; “Que
paguen la crisis sus culpables”; “No al sakeo”.
Un
grupo lleva en alto unas escobas y en el cartel que las acompaña se
lee: “La revolución de las escobas, dispuestas a barrer todo lo que no
nos gusta del sistema”. Otro grupo, ataviado con ropa oscura sobre cuya
camiseta está estampada la palabra “Bomberos”, porta una enorme pancarta
en la que un texto rodeado por una llama de fuego dice: “Quemados con
el sistema”. Más allá otros manifestantes sujetan otra gran pancarta:
“Neoliberalismo: tóxico para el plantea y para el hombre”. No se está
conforme con un sistema que produce desigualdad: “Unos, palacios; otros,
ni espacio”; “Reparto de la riqueza”.
Por la democracia, el cambio y el estado de bienestar
Unas
caricaturas de cartón gigantes que representan a Rajoy, Rubalcaba,
Merkel y Sarkozy van tras una silueta que lleva el símbolo del dólar en
dorado sobre el fondo oscuro de la chaqueta de su traje. Y es que la
democracia y la política están también muy presentes en la protesta. Se
grita: “Ley electoral, estafa total”. Se canta: “Oé, oé, lo llaman
democracia y no lo es. Es una
dictadura, eso es”. Se lee: “PPSOE, hay que pararlos”; “Democracia
participativa”; “Cargando Democracia 2.0”; “Políticos, somos vuestros
jefes y os estamos haciendo un ERE”; “Tomamos las calles, tomamos el
poder”; “Bilderberg siempre gana las elecciones antes de que votemos”.
Unos
carteles contienen simplemente la palabra “Cambio” en varios idiomas,
otros, “Global change”; una pancarta grande invita a ese cambio más
directamente: “Sal a la calle, crea otro mundo”. No faltan los cánticos
que siempre reconfortan y animan a la lucha: “De Norte a Sur, de Este a
Oeste, la lucha sigue, cueste lo que cueste”; “Que viva la lucha de la
clase obrera”; y el que todo el mundo conoce es coreado con vehemencia
en Sol y calles adyacentes: “El pueblo unido, jamás será vencido”.
Un
conjunto de pancartas en colores negro y amarillo explican los motivos
de la protesta, a saber: “Porque quieres trabajo, no caridad”; “Porque
estás hart@”; “Porque no estudias para esto”; “Porque sin tu voz no hay
democracia; “Porque usarán tu sed para forrarse”. Otras pancartas se
refieren a la sanidad y a la educación públicas consideradas pilares del
estado del bienestar. La gente se ríe y dice “muy buena” a esta:
“Copago sanitario, copollas en vinagre”. Un grupo de jóvenes al llegar a
Sol se sube a lo alto de un quiosco para extender una pancarta con la
leyenda: “Trabajamos para la vida. Una vida sin recortes. Indignados H.
La Paz”. Las camisetas verdes se pueden ver durante todo el trayecto
luciendo su reivindicación: “Educación pública: para tod@s de tod@s”.
Como en otras manifestaciones al llegar a la consejería de Educación se
oye: “Esperanza, dimisión”; y, como tantas veces en los últimos tiempos,
sea sobre lo que sea la protesta en Madrid: “Espe, Espe, especulación”.
Kilómetro Cero
Como
la calle de Alcalá en dirección a la Puerta del Sol va llena,
llenísima, los manifestantes pretenden llegar a la emblemática plaza
subiendo por Gran Vía o Caballero de Gracia para luego bajar por
Montera, Carmen o Preciados. Son rutas por las que se desvía mucha gente
aprovechando que el tráfico está cortado y algunas de esas calles son
peatonales. Se camina mejor, aunque también está muy concurrido:
manifestantes, turistas, consumidores de las tiendas del centro,
vendedores callejeros, gente vestida para salir la noche del sábado.
Entre las ocho y las ocho y media todos quieren avanzar hacia el
Kilómetro Cero, pero es tarea ardua, aun así la gente se empeña en ello.
Muchos de los que han entrado, salen con helados, hamburguesas,
refrescos. Desde la megafonía se ruega que se sitúen cerca de Ópera y la
Calle Mayor que está más despejado; la entrada por Alcalá es un embudo
atascado en el que puede haber problemas. Milagro: desde la calle del
Carmen una ambulancia del Samur atraviesa Sol entre la multitud.
Alrededor
de las nueve de la noche, una mitad de la plaza, la cercana a la calle
Mayor y a Arenal, está llena pero es más fácil ir de un lado para otro.
En la otra mitad, en la que mira a Alcalá, desplazarse sigue siendo un
reto. Los manifestantes jóvenes se han sentado en el suelo ocupando una zona que limita con un lado de la acristalada entrada al tren de cercanías ¾donde se ubica la megafonía¾ y
la calzada de Alcalá donde ya trabajan los operarios de limpieza; pero
también se extiende la sentada hacia Montera y junto a la estatua de
Carlos III, la cual está rodeada por pancartas sobre diversos temas,
desde la tragedia del hambre en el mundo hasta la reivindicación de las
bibliotecas públicas. Hay gente sentada en las barandillas de la boca
del metro, incluso en algunos andamios. La gente conversa en sus
corrillos o escucha lo que suena por un micrófono que va cambiando de
manos: música, un orador que dice que vamos a hacer un exorcismo a los
mercados, alguien que entona una canción protesta compuesta para la
ocasión. La noche avanza y las voces se sucederán ante el micrófono. Los
jóvenes se quedan.