El
miércoles 17 a las siete y media de la tarde, la manifestación laica
salió de Tirso de Molina —punto de partida y de llegada, teóricamente—
para llegar a la calle Carretas y de ahí atravesar la Plaza de la Puerta
del Sol, pero, sin apenas entrar en la emblemática ubicación,
ya se encontró con los peregrinos de la Jornada Mundial de la Juventud
(JMJ‑2011). Éstos —jóvenes de varios países que acuden estos días de
cálido agosto a Madrid para ver al Papa— van, en su mayoría, ataviados con
camisetas y mochilas de colores que revelan su participación en la JMJ;
además, llevan banderas de sus respectivos países, la del Vaticano,
rosarios y crucifijos. Con
un simple vistazo a su indumentaria ya se sabe que son los peregrinos.
La manifestación desembocó en Sol y en la pancarta que la encabeza se
lee: “De mis impuestos, al Papa Cero. Estado laico ¡ya!” La policía se
propuso que sus propios agentes hicieran de barrera entre los que venían
por Carretas y los que ya estaban en Sol, creyendo que con ello
separaba peregrinos de manifestantes, pero no fue así. En Sol, esperando
y mezclados con los peregrinos, ya hay manifestantes que acaban de
llegar en tren o caminando por las calles adyacentes. Los manifestantes corean
sus consignas: “Que no con mis impuestos”; “Menos religión y más
educación”; “Esta plaza no es del Papa”. Y derroche de pancartas con
diversas leyendas, a saber: “Papa okupa, viola bolsillos y conciencias”;
“Ratzinger, cuentista. Jesucristo habría ido a Somalia”; “El
preservativo salva vidas”; “Benedicto no le robes el momento a Rosa
Benito”. Los manifestantes, que también llevan banderas republicanas y
la bandera multicolor del
movimiento homosexual, entran en Sol vistosos y ruidosos. Los peregrinos
se quieren hacer notar, así que gritan: “Benedicto”; “Esta es la
juventud del Papa”. Los manifestantes contestan: “Pederastas”; “¡Cuidado
con los niños que viene el Papa!”. Cada bando con su grito. Parece que
se va a liar, pero no. Incluso unos conversan con otros. “Pero ¿por qué
os molesta que tengamos nuestras creencias?”. “Que no estoy contra
vosotros, sino que no quiero que todo esto se pague con mis impuestos”.
Ambos bandos hablan, ambos bandos se increpan, ambos bandos hacen peinetas y cortes de mangas. Sigue pareciendo que esto se puede liar de un momento a otro. La policía y, sobre todo, los propios organizadores dicen que hay que ir por Alcalá. Parte de la manifestación sigue el trayecto por esa calle, otra parte se queda en Sol.
Por
Alcalá los enfrentamientos orales continúan. Los manifestantes van por
el centro de la calzada, pero en la acera de la izquierda hay peregrinos
con sus banderas del Vaticano y su vocerío. Otra vez la guerra de
cánticos. Unos: “Benedicto”. Otros: “Vuestro Papa es un nazi”. Los
manifestantes tienen el repertorio algo más variado: “Aborto, sí;
pederastia, no”; “Ni dios ni Papa ni hostias”; “Menos crucifijo, más
trabajo fijo”. La manifestación gira por
Sevilla, la plaza de Canalejas y se encauza por la estrecha calle de la
Cruz. A pesar del helicóptero y los agentes uniformados por aquí la
marcha transcurre tranquila y más rápida. La calle de la Cruz lleva a la
Plaza de Jacinto Benavente, donde hay una gran concentración de gente,
esta vez sin peregrinos. Personas
sentadas en las terrazas de las cafeterías en un lateral y, en el
centro, manifestantes que llegan por Atocha y Doctor Cortezo y que se
proponen atravesar Carretas y llegar a Sol. Es como si en Jacinto Benavente se juntase la cabeza con la cola de
la manifestación: los que ya han hecho el trayecto y los que aún no han
llegado a Sol, aunque están a pocos metros de conseguirlo. Parte del
gentío no sabe dónde ir. Da lo mismo, estos otros manifestantes son más
divertidos: llevan tambores, van disfrazados, hacen parodias y marcan el
ritmo. Nuevas pancartas: “Jesucristo estaría en esta
manifestación“;”Menos Papa, más María”. Más gritos y risas: “El Papa se
hace pajas”. La marcha se queda estancada en este lugar.
Hay
que volver por Doctor Cortezo a Tirso de Molina (origen y final de la
manifestación), sin embargo sólo a las nueve y cuarto se percibe un
ligero movimiento en esa dirección. La pancarta de cabecera se encamina
por Doctor Cortezo, aunque con muy pocos seguidores.
El punto de atracción sigue estando en Sol. Con la pancarta recogida
llegan a Tirso de Molina ya muy desperdigados algunos manifestantes; la
suben y extienden en un balcón mientras ponen canciones protesta por
altavoces. Se trata de hacer tiempo mientras va llegando más gente. A
las diez menos veinte, los rezagados, con su papamóvil caricaturesco, se
aproximan a Tirso de Molina.
En
Sol, mientras tanto, persiste el gentío y la tensión contenida. En
cuanto aparecen los peregrinos con su inconfundible atuendo, los otros
dicen: “Esa mochila la he pagado yo”. Se repite de corrillo en corrillo.
Cercanías y Metro están cerrados en Sol. Lo han decidido así para que
no llegue más gente, pero los que están allí tampoco encuentran
facilidades para salir. Una ratonera sin agujero para escapar. Se puede
intentar avanzar por Alcalá, pero hay fronteras policiales en las que se
supone que a unos no les dejan salir y a otros no
les dejan entrar. Es como ese juego infantil de “ratón que te pilla el
gato, ratón que te va a pillar”. A un turista japonés los agentes
le dicen: “No puede entrar, caballero”. A los peregrinos que sí. La
gente entra en la estación de metro de Sevilla pero las máquinas no disponen de billetes sencillos y no se ven taquilleros por ninguna parte; hay que volver a salir para escapar a pie. La policía con voz potente: “Despejen la zona”. En
castellano, dando por hecho que los extranjeros lo entienden. Al final
de una calleja hay agentes con escudos para defenderse o atacar no se
sabe a quién porque sólo hay cuatro
gatos. En la plaza del Carmen hay montado un escenario en el que actúa
un grupo pro-católico, a su alrededor unos cuantos peregrinos bailan y
corean como si ya estuviesen exhaustos. Hay gente mirándoles
apaciblemente desde las terrazas de los bares. Por aquí se ve menos
policía, es uno de los huecos para huir de la ratonera. Bueno, casi. Los
peregrinos ocupan la boca de metro de Gran Vía de un lado a
otro, mientras unos suben y otros bajan. Lo mejor será tirar por
Fuencarral que parece más despejada y serena. Los peregrinos,
derrotaditos, están comiendo lo que pueden sentados por el suelo de la calle. Son muy jóvenes, parecen niños.