martes, 16 de febrero de 2010
La gastroscopia sin aerosol
Después de cinco meses llega el día de realizar la endoscopia, luego llamada gastroscopia en el Infanta Sofía. La cita es a las cinco de la tarde. Hay que ir en ayunas o, como mínimo, ocho horas sin comer. Dice mi primo que ya las podían hacer por la mañana temprano como los análisis de sangre para, luego, poder comer o beber algo. "Lo malo no es no comer, sino no beber, ni agua". Así que vamos al Infanta Sofía, exploraciones funcionales, sala de espera tres. Hay otro paciente, mientras él entra, mi primo va firmando el protocolo para endoscopias -todos los papeles donde la enfermera ha marcado con una cruz-. Esperamos. El otro paciente sale con el rostro rojo y secándose las lágrimas. Nos miramos: "¡Qué mal rollo!"
Llega su turno. Por el pasillo la enfermera le dice que dura tres minutos. Puede dejar el chaquetón en el aseo. Hay una bata blanca con pequeños lunares azules y unos patucos verdes en una silla, pero no es necesario cambiarse. La enfermera le pregunta si lleva dentadura postiza y si tiene alergia. Después le indica que se tumbe en la camilla sobre su lado derecho. El médico está todo el tiempo de espalda mirando a la pantalla de un ordenador; mi primo aún no le ha visto la cara. La enfermera le coloca piernas, brazos y cabeza, mientras le dice que es una prueba desagradable pero no dolorosa. Según ella lo más importante es coger un "ritmo de respiración". Le pone en la boca un plástico duro y blanco con una circunferencia, un agujero. El médico se acerca pero bajan la luz. Mi primo asegura que, aunque lo tenía de frente, seguió sin verle la cara. Vio el endoscopio: un tubo negro con una luz en un extremo. Comienzan a introducirlo; ha de explorar esófago, estómago y duodeno. Al llegar a la garganta roza, duele. Fuerte sensación de ahogo. Cree que no puede respirar ni por la boca ni por la nariz. Mi primo coge el tubo con las dos manos y lo saca de un tirón. Tose. Siente la rozadura en la garganta. La enfermera: "¿Por qué te lo has sacado? Podías haberte rasgado algo". Mi primo piensa pero no lo dice: "Por instinto, no te jode. No da tiempo a pensar en efectos secundarios cuando te estás ahogando". No lo dice, no dice ni pío. Tampoco se disculpa, cree que no debe hacerlo. El doctor tampoco habla, quizá es mudo o una ensoñación. La enfermera conduce al paciente a la sala de espera. Mi primo deja de estar aturdido. No sabe cómo humedecer su garganta, su propia saliva no parece suficiente. La enfermera le dice que aguarde, coge el protocolo de otro paciente y se va. Le miro y pregunto:
-¿Qué tal?
-Mal, no lo he podido soportar.
Sale la enfermera con el diagnóstico y le dice:
-Sólo quedaba un minuto.
Mi primo piensa: "Lo que tú digas". Por fin habla con la enfermera:
-¿Para qué me han hecho firmar tantos papeles? En ellos pone que te sedan mediante un catéter...
-No, para una gastroscopia de tres minutos no se seda. Es que no has leído bien los papeles.
"Seguro. Ya se cuidan de que la redacción de los protocolos les proteja bien las espaldas". De nuevo lo piensa pero no lo dice. No lo quiere pagar con la enfermera, cree que ella no tiene la culpa ¿o sí? ¿Y el médico enigmático?
-Puedes pedir a tu médico la sedación total; conlleva riesgos. Algunas personas -añade la enfermera- lo hacen porque no lo soportan.
El paciente y su acompañante -primo y prima- se van. Porque esa es otra. En el protocolo se señala que el paciente abandonará el hospital acompañado de un adulto. ¿Para qué si sedado no va? ¿Por si muere ahogado? No sabemos leer.
Mi primo va recordando lo que le explicó su médico de cabecera. "Me dijo que echaban un spray para sedar la garganta. Sirve para tragar el tubo y disminuir las arcadas. Eso entedí." También recordó lo que le habían contado amigos que se habían hecho la prueba: a unos les habían dado un aerosol; a otros una pastilla para chupar. En el Infanta Sofía no dan nada.
-Es culpa mía. Soy un quejica. No aguanté lo suficiente.
-No te eches la culpa. Es que en la sanidad pública madrileña no gastan un céntimo en atender a los pacientes.
-Es verdad. Lo hacen a lo bruto -mi primo se desahoga-. Ni así se trata a los animales. Si lo aguantas bien y si no, te jodes. Para ser coherentes con la realidad deberían redactar un protocolo en el que quedase claro que hay que venir a hacerse la endoscopia con dos cojones.
-Vaya, salió a relucir ese símbolo de valor viril y machista.
-Lenguaje zafio, pero que todo el mundo entiende, que luego dicen que no interpretamos bien lo que leemos. Bueno, pues que en el protocolo de la gastroscopia ponga: "No apta para pusilánimes".
-Eso.
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