De
seis a siete y media de la tarde el profesor Ramón Cotarelo, rodeado
por cientos de personas, estuvo explicando las raíces históricas y
filosóficas de la desobediencia civil en la Puerta del Sol, a un lado de
la cúpula que da entrada al tren de Cercanías. Unos jóvenes repartían
octavillas en las que debajo de un pequeño dibujo se leía: “No olvides
tu paraguas. No dejes que la lluvia ahogue tu compromiso con una
universidad pública y de calidad”. Pero, a pesar de la incesante lluvia
de los últimos días, no hizo falta abrir el paraguas. El profesor
Cotarelo pudo impartir su clase sin incidentes ni contratiempos bajo
unas amenazantes nubes grises que no se atrevieron a empañar la
movilización del 9 de marzo de 2013. Los fenómenos atmosféricos, como si
intuyesen que algo magnífico iba a ocurrir, se contuvieron o, quizá,
mostraron respeto ante una acción de protesta realizada con mucha
generosidad por los docentes que acercaron su saber a todos los vecinos y
transeúntes que quisieran escuchar. Al igual que Cotarelo, alrededor de
600 profesores de las seis universidades públicas de Madrid
(Complutense, Autónoma, Politécnica, Carlos III, Alcalá
de Henares y Rey Juan Carlos), la UNED y el CSIC impartieron por la
mañana y por la tarde unas 560 clases en las calles, plazas y otros
lugares de acceso al público de la capital, Leganés, Getafe, Alcalá de
Henares, Collado Villalba y Móstoles. La jornada de lucha se cerró en la
Puerta del Sol con las actuaciones del coro de Voces para la Justicia
Social y la orquesta Solfónica, y la lectura del Manifiesto la Uni en la calle que, entre otras cosas, denuncia la situación precaria de la universidad pública y la investigación
por la política de recortes, la subida “brutal” de tasas, la reducción
de las becas y los despidos de personal; además se exige la derogación
del decreto 14/2012, “que
conculca el principio constitucional de autonomía universitaria”, y se
rechaza la LOMCE (Ley Wert). Los participantes en esta excelente
iniciativa ¾cuyos primeros pasos se dieron en el otoño pasado¾ se
suman a la Marea Verde, a la Marea Blanca y a todos los movimientos que
se resisten a aceptar la destrucción de lo público, tal y como recalcan
en las últimas líneas del Manifiesto: “Esta iniciativa es solidaria con
el resto de luchas y reivindicaciones que se están llevando a cabo en
defensa de la educación, la sanidad y otros servicios públicos, así como
con todas las personas que están sufriendo el actual proceso de
desposesión colectiva”.
La clase: ávidos de saber
Ramón
Cotarelo García, catedrático de Ciencia Política y de la Administración
en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED, y sus
oyentes se habían situado donde los del 15M suelen celebrar sus
asambleas, esto es, en el lado junto a la cúpula acristalada del tren de
Cercanías que mira hacia la calle de la Montera. El profesor se
encontraba próximo a la cúpula, dándole la espalda y dirigiéndose a su
auditorio que estaba frente a él, rodeándolo en semicírculo. A la
derecha del profesor estaba el equipo de sonido y a la izquierda, la
intérprete del lenguaje de signos. Las primeras filas del auditorio
estaban constituidas por oyentes sentados en el suelo, en su mayoría,
jóvenes. Bordeando a estos, el semicírculo se ensanchaba con más filas
de personas de variadas edades que estaban de pie. Unos permanecieron
allí todo el tiempo que duró la conferencia, otros eran curiosos que
iban y venían; alguien comía un bocadillo mientras alguien tomaba
apuntes; otros se subían a la cúpula para hacer fotografías; unos niños
con globos se colocaron durante bastante tiempo tras el profesor sin que
él se percatara. Cerca había unas chicas que reían y cantaban porque
estaban celebrando una despedida de soltera. Hacia el centro de la plaza
había otro círculo de congregados disfrutando de una exhibición de
acrobacias ciclistas. Los de la
conferencia del profesor Cotarelo, en medio de aquel bullicio de sábado
por la tarde, se esforzaban por escuchar y se quejaban cuando el maldito
micrófono fallaba en su función de hacerles
llegar las doctas palabras. “Profesor póngase ahí”, le indicaban para
que se oyese mejor. El tema de su clase era: “Legalidad, legitimidad y
desobediencia: una actualización”. Cotarelo estuvo hablando de Locke y
el gobierno por consentimiento, de Kant y la legitimidad como libre
aceptación de los gobernados frente a los gobernantes. Nombró el
positivismo jurídico de Carl Schmitt, y explicó que para este autor “no
hay más legitimidad que la
legalidad”; el profesor remató diciendo que “el hijo del positivismo es
el nazismo”. Después de aludir a la Constitución alemana que reconoce el
Derecho a la Resistencia, Cotarelo manifestó que la desobediencia civil
es “un derecho de los ciudadanos frente a los gobiernos tiránicos”.
Dijo que se trata de “desobedecer públicamente la ley por considerarla
una injusticia”. También destacó su carácter moral y simbólico; según el
profesor, el desobediente civil no es un delincuente y “no escurre el
bulto”, es decir, “espera su sanción correspondiente”, por ejemplo, la
cárcel. Recordó a desobedientes civiles ejemplares como Henry David
Thoreau, Mahatma Gandhi, Rosa Parks y Martin Luther King. El profesor
para explicar cómo se distingue un
gobierno tiránico recurrió a Maquiavelo, e indicó que por el origen o
forma de alcanzar el poder, pero también por el ejercicio del mismo si
se infringe la ley o se cambia arbitrariamente. Cotarelo consideró que
el actual Gobierno es ilegítimo de origen, por engaño con el programa
electoral, y de ejercicio. El catedrático también mencionó la
insurrección actual de las muchedumbres que llevan casi dos años
manifestándose y formando mareas. Definió estas movilizaciones como
“multitud de individuos conscientes, movilizados por un sentido moral de
responsabilidad a través de redes”.
A
eso de las siete y media el conferenciante concluyó su discurso y dio
paso al debate. Una joven le preguntó “¿Por qué la gente tiene miedo?”, y
el profesor contestó tajantemente: “¡Porque el poder responde a
hostias!” Un chico le preguntó por qué la Constitución alemana reconoce
el Derecho a la Resistencia y la española, no. Cotarelo le respondió que
la Constitución alemana lo reconoce frente a quienes alteren el orden
constitucional; añadió que fue un imperativo de las potencias vencedoras
después de la II Guerra Mundial. A lo largo del debate el profesor dijo
que la universidad debe ser crítica, aunque también habló de la
libertad y del respeto a otras
posturas acomodaticias u obedientes. Cotarelo reconoció que los
sanitarios y la enseñanza no universitaria son ejemplares en las
actuales movilizaciones y, en cierto modo, dio a entender que,
precisamente, la universidad no lo había sido.
Colofón
A las ocho el profesor seguía conversando con sus oyentes, mientras el auditorio iba creciendo considerablemente. Más gente llegaba desde otras plazas para asistir al colofón del acto, en el que se leería el Manifiesto la Uni en la calle y actuaría el coro Voces para la Justicia Social y
la Solfónica. También habían aumentado los furgones y agentes de la
Policía Nacional y de la Municipal. No se puede decir que llovía, pero
algunas débiles gotas se sentían sobre el rostro. Cuando el profesor
Cotarelo se retiró su lugar fue ocupado por el primer coro, al cual no
se le podía escuchar bien debido a que el gentío estaba hablando y se
carecía de un adecuado equipo de megafonía. Después el lugar fue ocupado
por la Solfónica. Para que se pudiera oír su actuación muchas de las
personas que estaban de pie se sentaron en el suelo y la mayoría optó
por guardar silencio. El violinista-director de la Solfónica se dirigió a
la concurrencia y les habló de un discurso en el que Federico García
Lorca reclamaba cultura con estas palabras: “Yo, si tuviera hambre y
estuviera desvalido en la calle no pediría un pan, sino que pediría
medio pan y un libro”. La gente, cuando el violinista-director terminó
de rememorar la alocución del poeta, voceaba repetidamente “Sí se
puede”. Después interpretaron Por qué cantamos, poema de Mario Benedetti, seguido de Los cuatro muleros, El pueblo (de Los Miserables) y Rianxeira,
estas últimas con una letra, como señaló la violinista-director,
“adaptada a las circunstancias”. Hacia las nueve se cedió la palabra a
los representantes de la Universidad Politécnica, donde se pueden
producir 301 despidos; denunciaron la “opacidad de las cuentas” y
añadieron que “el equipo rectoral no tiene intención de negociar”. Los
concurrentes gritaban “Conde, dimisión” ¾dirigido al rector¾
y “Pública, pública”. Luego se procedió a la lectura del manifiesto por
parte de varias personas, entre las que había profesores,
representantes de las mareas y una cineasta. Cuando se llegó al punto
en el que se dice “no sobran personas tituladas sino que faltan puestos
de trabajo cualificado”, los allí reunidos rompieron en aplausos. A las
nueve y veinte concluyó la lectura del manifiesto y algunos de los
presentes se retiraron pues, además, comenzó a llover. La Solfónica
retomó su actuación y bajo un leve chaparrón entonó Grândola, Vila Morena,
rememorando la lucha en Portugal. Pasó el chubasco, pero la Solfónica y
los congregados se resistían a irse; seguían con más canciones: Bienvenido MR. Marshall (adaptada a Adelson y Eurovegas), L’Estaca, Canto a la libertad (Labordeta) y No nos moverán.
¡Madrid resiste!